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2003-10-08
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MILENIO, Diario de Noticias
Domingo 28 de septiembre de 2003
Lo decía el químico Alberto González en su charla inaugural del curso de la UPNA: los olores mueven al hombre, a sus circunstancias y a la historia toda. Y qué razón tiene, más en estos tiempos de visceralidades, donde el debate racional ha sido sustituido por la química de las emociones encontradas. Basta con echar un vistazo al periódico para encontrar que nuestra actualidad se mueve entre olores rancios y como de sobaquina. Un director deportivo puede convertirse en un energúmeno en plena televisión jurando como un poseso sólo con aspirar el efluvio adecuado (el que destila la venta de su equipo para mayor gloria de los dueños, por ejemplo). Un simple aroma de oposición o crítica desata en los parlamentos las furias gubernativas. Más animales que nunca (aunque nunca habíamos dejado de serlo), son los foros públicos verdaderas casas de fieras movidas por las feromonas partidistas. A despedazarse para conseguir la primacía. Y el exterminio del oponente.
Si en vez de ser la mujer del futbolista este que tanto da que hablar y que tanto dinero mueve hubiera sido un nacionalista vasco, ahora en vez de hablar de planes soberanistas estaríamos aguantando diatribas encendidas sobre el insulto que supone afirmar que la capital del reino es inaguantable por el cocido y por su olor a ajo. Uno se imagina que un director de cine monta un documental sobre el país y sale la Vickypija Beckham diciendo que odia a España porque huele a ajo y de repente todos piden quitarle las subvenciones, o lo mismo exigen su lapidación (a base de golpearlo con ristras de olorosos ajos).
A mí, qué quieren que les diga, todo esto me huele bastante mal.
2003-10-08 08:00 Enlace
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