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Historias > ¡Es La Guerra!
2003-10-08
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Publicado en El Correo, Territorios, Ciencia-Futuro, miércoles 8 de octubre de 2003
Hallazgos arqueológicos del antiguo México indican que las guerras comenzaron con el establecimiento de los primeros núcleos habitados
Aunque sabemos que los primeros olmecas habitaban los fértiles valles de la región de Oaxaca (México, a unos 400 km al sur de la capital federal) desde hace unos 10.000 años, no fue hasta hace unos 3.600 cuando empezaron a establecer los primeros asentamientos organizados, los primeros pueblos. Sin duda, el nacimiento de la agricultura del maíz contribuyó en gran manera a la emergencia de estos poblamientos. Las excavaciones arqueológicas en esa zona han mostrado una cultura rica que va haciéndose cada vez socialmente más compleja: aparte de los espacios privados existían grandes espacios públicos, como graneros y edificios para almacenaje de otros productos. La abundancia y similitud encontrada en diferentes yacimientos de esa cultura, perteneciente al periodo de la historia mesoamericana denominado formativo o preclásico, de objetos ornamentales de obsidiana y magnetita pulida hacen pensar también en la existencia de comercio e incluso de monopolios comerciales en aquella temprana época.
Pero además de entrar en el periodo prehistórico neolítico, los olmecas también descubrieron otras actividades muy humanas. Antes del 2.000 aC, cuando no se habían creado estas poblaciones, posiblemente porque el carácter de los habitantes de la región era aún nómada, tampoco se han observado evidencias de conflictos armados. Sin embargo, con el establecimiento de los núcleos de población la cosa cambió, naciendo la guerra. Al menos esa es la conclusión del trabajo de dos antropólogos norteamericanos, Joyce Marcus y Kent Flannery, recientemente publicado en la revista "Proceedings of the National Accademy of Sciences", a partir del análisis de determinados restos arqueológicos del pueblo de San José Mogote.
Marcus y Flannery han podido datar mediante radiocarbono varios restos, especialmente seis maderas quemadas que pertenecían a una empalizada, de hace 3.400 años. Igualmente, los restos vitrificados del yeso de un templo evidencian un incendio en la misma época. Ese pueblo tuvo una construcción defensiva y sin duda sufrió un ataque. Si la interpretación es correcta, se trataría de la primera prueba de que en esa región los seres humanos habían inventado la guerra. Algo que posteriormente sería más común: ese mismo San José Mogote padecería un ataque sistemático por parte de guerreros zapotecas hacia el 600 aC, marcando el fin de la cultura precedente. Los antropólogos van más lejos en sus conclusiones: aunque la violencia entre humanos existiría desde antes, sólo con el establecimiento de las pequeñas ciudades aparecería la idea de considerar el homicidio no como algo individual, sino como una cuestión social, que posteriormente daría origen a una especialización de parte de la población para encargarse de la defensa y el ataque. Los primeros ejércitos.
¿Es suficiente la evidencia existente para afirmar tales ideas? Desde hace unos años se considera que el Neolítico (que se produce en diferentes épocas en diversas partes del mundo) marca el comienzo de las primeras sociedades estructuradas, de las ciudades y también de las actividades bélicas. Sin embargo, no hay un acuerdo generalizado sobre qué es causa y qué es consecuencia. Algunos historiadores bélicos, como Arther Ferrill, afirman que posiblemente la necesidad de fortificar las poblaciones y de organizar la defensa contra los extraños que cada vez contarían con mejores sistemas de ataque fue precisamente lo que creó la necesidad de sedentarizar las poblaciones y, con ello, el nacimiento de la agricultura. Los datos actuales, sin embargo, parecen indicar justo lo contrario: el desarrollo de las labores agrarias propició la sedentarización y el nacimiento de los primeros pueblos. Y se comenzó a ver que era conveniente asegurar que otros no se aprovechaban del trabajo ajeno...
Lo cierto es que nos encontramos ante un debate abierto, y posiblemente insoluble, porque los restos arqueológicos datables no abundan, o no siempre se puede disponer de ellos. El ejemplo de lo que pasaba en Mesoamérica no se contradice con lo que conocemos del Neolítico en el Oriente Próximo. Entre el 6.000 y el 5.000 aC, en Çatal Huyük, actualmente Turquía, aparecen los restos de una ciudad protegida del exterior gracias a la inexistencia de calles, con conexiones interiores entre las viviendas y accesos por escaleras desde los tejados. Sus 6.000 habitantes estaban bien defendidos. Como lo estaban los de la ciudad de Jericó hace 10.000 años, una ciudad protegida por muros de tres metros de espesor y cinco de altura.
En el Egipto de aquella época, la guerra era también algo ya inventado. En el sitio arqueológico denominado Cementerio 117, en la región ahora inundada por la presa de Assuan, los arqueólogos encontraron restos de la cultura Qadan, correspondiente al periodo epipaleolítico, la transición al neolítico (hace por lo tanto entre 14.000 y 6.500 años), entre ellos un enterramiento colectivo en el que casi la mitad de los cincuenta y cinco esqueletos mostraban evidencias de una muerte violenta: agujeros producidos posiblemente por puntas de flecha, numerosas fracturas debidas a golpes con objetos contundentes...
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Sin embargo, si nos remitimos a épocas anteriores, en el Paleolítico, parece que las sociedades no habían organizado aún la idea de la guerra. La ausencia de pruebas no es prueba de la ausencia, pero los expertos destacan que ni en el arte de esa época aparece el ataque de un humano contra otro, sino simplemente imágenes de caza, ni posiblemente sería entonces "rentable" (en términos de la antropología cultural) dedicarse a atacar a otros humanos para conseguir comida, asentamiento u otras mejoras de su calidad de vida. Parece evidente que, con la mejora de ésta propiciada por la agricultura y la sedentarización, acaso favorecida entonces por la creación de estructuras sociales más complejas, el antiguo arte de la guerra nació casi por necesidad.
Cultura Frente A Biología
Es cierto que los primates a los que nos une una común ascendencia muestran comportamientos sociales en los cuales no están exentos los violentos. El mantenimiento del grupo familiar, la lucha por el alimento o la defensa de los territorios de recogida o caza son causas de ataques que a veces son realmente organizados (como se ve en los chimpancés asiáticos). Muchos otros animales muestran comportamientos de ataque a sus semejantes si es necesario, aunque realmente la guerra parece ser algo exclusivo de nuestra especie humana, al menos si la entendemos, como decía el historiador R. Brian Ferguson, autor de "Guerra, Cultura y Entorno" (1984) "una acción organizada y deliberada de un grupo contra otro grupo que puede estar o no a su vez organizado, y que involucra la aplicación potencial o real de una fuerza letal".
En qué momento las tecnologías que se van desarrollando para la caza se convierten en armas contra los semejantes sigue siendo, sin embargo, un misterio. Por otro lado, la inevitabilidad de las guerras que algunos pretenden sacar del hecho de que en cuanto se establecen las primeras ciudades aparecen los conflictos, en el sentido de asumir que es algo inherente a la cultura humana, no tiene más base histórica que la defensa de la esclavitud que se hacía hace siglo y medio en los estados confederados de Norteamérica.
2003-10-08 09:26 Enlace
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Comentarios
1
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De: José Luis Calvo |
Fecha: 2003-10-08 19:48 |
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El tema es aún más complejo. Algunos yacimientos como el catalán de Dosrius muestra los restos de una gran batalla, pero no hay ningún hábitat urbano contemporáneo con la que relacionarlo. ¿Qué pasó? ¿Por qué dos tribus, clanes... se enzarzaron en una batalla cuando no parece haber nada que defender o que atacar? Ni idea.
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De: ElPez |
Fecha: 2003-10-08 20:06 |
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Es cierto, José Luis. Creo recordar que en un yacimiento alavés (San Juan ante portam latinam) aparecían restos de un batallazo entre dos tipos de portadores de esqueletos (es que como lo único que quedan son huesos uno ha de presuponer que antes tenían cosa alrededor jejejee), unos más nómadas, otros más sedentarios (cosas de las caderas y tal), y con numerosos cráneos fracturados -qué buenos mazazos, cabe pensar- además de típicas fracturas en el codo de esas que se hacían en los "buenos" tiempos cuando te iban a dar un porrazo y para protegerte ponías el brazo alrededor de la cabeza y acababas en urgencias con el codillo en trozos... Joe, me callo porque encontré el artículo de Vegas Aramburu sobre el tema. Mejor dejar la referencia: está en Euskonews. El sitio está fechado entre el 3365 y 3035 AC (en fechas calibradas).
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De: eledhwen |
Fecha: 2003-10-24 18:34 |
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En "Xenogénesis" de Octavia Butler, uno de los hilos conductores de la historia es el conflicto entre la "jerarquización" típica de todos/algunos? primates (como el hombre) y la inteligencia.
La primera impulsa a la competitividad/violencia entre congéneres, la segunda la atenúa/elimina.
En el libro se expone que el aumento de la inteligencia humana es demasiado acelerado (capacidad para la creación de armas de destrucción... iba a decir masiva, pero me parece poco oportuno, dejémoslo en "demasiado efectivas") con respecto al tiempo necesario para que la tendencia "inteligente" se imponga.
Pero me ha quedado un resúmen muy burdo y poco clarificador. En todo caso, recomiendo la trilogía.
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