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Historias > Disruptores Endocrinos
2003-10-23
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Publicado en
El Correo, miércoles 22 de octubre de 2003, Territorios, Ciencia-Futuro
Usamos cientos de miles de productos químicos, algunos de los cuales pueden tener efectos perniciosos... ¿cómo protegernos adecuadamente?
Estamos rodeados, podríamos decir, por productos químicos. No podría ser de otra forma, al fin y al cabo la química estudia la manera en que la materia se ordena y forma los productos que vemos, olemos, saboreamos o tocamos. "Todo es química" es el título de una
exposición producida por la Societat Catalana de Química y el Museo de la Ciencia y la Técnica de Catalunya, que ha podido verse hasta hace unas semanas en el
Parque de las Ciencias de Granada, tras visitar Terrassa, Madrid, Tarragona y Barcelona. En ella se muestra cómo muchos de los avances humanos lo son gracias al conocimiento de la química.
En Madrid, el 16 de abril de 2002, diversas instituciones públicas, presididas por Jean-Marie Lehn, Premio Nobel de Química, firmaron la llamada "Declaración de la Química", un documento que reivindica el papel de esta ciencia que es "la que en mayor medida ha contribuido a ofrecer respuestas a las necesidades del ser humano". Por ello, los firmantes reconocían la necesidad de promocionar su conocimiento, reconocer el valor de la investigación y la pertinencia de mantener un desarrollo en los sectores industriales relacionados para asegurar el progreso incluyendo además "la protección de la salud, la seguridad y el medio ambiente, así como la utilización racional y sostenible de los recursos naturales".
Un aspecto este muy importante, porque la historia nos muestra que si bien la aparición de nuevos productos, desarrollados por la investigación química ha permitido importantes avances y mejoras en la calidad de vida, también el uso de los mismos antes de conocer a fondo las posibles consecuencias de su uso ha provocado problemas no menos importantes.
El DDT
Un ejemplo clásico de este proceso es el del insecticida denominado dicloro-difenil-tricloroetano, es decir, del DDT, que fue un producto sintetizado en 1874 por un químico alemán llamado Tomar Zeidler, pero que en 1939 fue redescubierto por Paul Müller, quien además encontró que esta sustancia era muy efectiva como insecticida (Müller ganó el Premio Nobel por su descubrimiento en 1948). Las patentes de este producto se produjeron a comienzos de los años 40 y tras la Segunda Guerra Mundial comenzó a producirse y a usarse de manera masiva en la agricultura: se estima que en el año 62 se producían unos 80 millones de kilogramos de DDT anualmente. Además el DDT parecía la solución adecuada contra la malaria, al poder erradicar el mosquito vector de la enfermedad, así como otras enfermedades infecciosas. Pero ya en esos años se comenzó a criticar el uso de este insecticida: ingerido por animales, el compuesto se metaboliza lentamente y se acumula en los tejidos grasos, pudiendo alcanzarse concentraciones que son peligrosas. Diferentes estudios achacaron al uso de del DDT la disminución de poblaciones de aves, algunas en peligro de extinción, también el aumento de malformaciones en muchos animales y en humanos. En muchos países se prohibió el uso de esta sustancia a comienzos de los años 70, y en otros se adoptaron medidas de control.
Posiblemente, al DDT se le acusó como causante de problemas que no sólo esta sustancia estaba produciendo: muchos otros productos químicos, liberados en el medio ambiente a través del uso de pesticidas y otras sustancias de uso agrícola tenían efectos parecidos. Pero, coincidiendo con el auge del activismo ambiental, el DDT se convirtió en un ejemplo de cómo no todos los productos químicos son "buenos" y que debería establecerse un control, sobre todo con sustancias potencialmente peligrosas.
En esos mismos años, un medicamento analgésico, la talidomida, creaba también una situación de alarma pública: su uso por parte de embarazadas producía malformaciones en los fetos. A comienzos de los 60, se contabilizaron más de 100.000 nacimientos de niños sin piernas o brazos por los efectos alteradores de esta sustancia. Ello obligó a una revisión de la manera en que se prueban los medicamentos para consumo humano, estableciéndose nuevos protocolos que analizaran las consecuencias o efectos secundarios de estos productos.
Actualmente, los organismos internacionales que controlan la salud humana y ambiental disponen de listas con muchas sustancias cuyo uso se establece con limitaciones para evitar consecuencias no deseadas. La Unión Europea considera más de 100.000 especies químicas sobre las que establece diversos grados de peligrosidad. De entre las diversas clases de productos de los que se conoce o sospecha efectos nocivos, en los últimos años se ha puesto especial énfasis en aquellos que tienen capacidad de alterar el funcionamiento hormonal humano, de manera que sus efectos además se prolongan sobre la progenie. Estos productos (de origen muy variado pues los hay naturales o sintéticos) se denominan globalmente "disruptores" o "alteradores" endocrinos.
Son sustancias capaces de alterar el funcionamiento hormonal, bien porque imitan la acción de estas sustancias, bien porque la inhiben, bien porque alteran o modulan su actividad. Muchos de estos productos tienen efecto sobre las hormonas sexuales, e históricamente el estudio de estos disruptores ha sido más intenso precisamente en relación con su efecto sobre los estrógenos, las hormonas que regulan el ciclo sexual femenino. El DDT, por ejemplo, así como otros insecticidas organoclorados, afectan el funcionamiento de los estrógenos naturales. También los denominados PCBs (bifenilos policlorados), sustancias que se usaban habitualmente como refrigerantes y aceites industriales, tienen efectos similares.
En los últimos años se comienza a acusar a los disruptores endocrinos presentes en muchas sustancias de uso común (limpiadores, refrigerantes, principalmente) efectos sobre la salud humana y la calidad ambiental. Las pruebas son por el momento insuficientes: algunas sustancias tienen efectos cancerígenos demostrados, pero de muchas de ellas se desconoce si en los niveles habituales de concentración tienen realmente efecto sobre la salud. En general, se suele aplicar el llamado "principio de precaución": cuando la evidencia científica es insuficiente, pero existen sospechas sobre un producto se establece una cierta precaución ante su uso, mientras se insta al análisis científico de estos posibles efectos. Sin embargo, el miedo es libre, y en cuanto se levanta la más mínima sospecha, aun cuando no sea justificada, se tiende a exagerar llegando a la alarma social.
Menos Espermatozoides
En los últimos años se viene comentando que en muchos países parece existir una disminución en el recuento espermático: de año en año, la calidad y cantidad de células reproductoras masculinas parece disminuir. Este hecho se une a otras alteraciones funcionales que también parecen aumentar anualmente: problemas en el desarrollo sexual en países industrializados, aumento de la incidencia de cáncer de órganos relacionados con las hormonas sexuales (mama, próstata, testículo y ovario). Parece encontrarse cierta relación con componentes ambientales, y algunos estudios apuntan precisamente a los disruptores endocrinos como responsables.
Sin embargo, como sucede en el caso de las temidas dioxinas, de las que siempre se afirma su peligrosidad manifiesta, pero siempre con una carencia de datos científicos también manifiesta, se corre el riesgo de ser excesivamente tremendista.
Algunos Enlaces
Grupo de Disruptores Endocrinos de la Univ. de Granada
Endocrine Disruptors Research Initiative de la Agencia de Protección Ambiental de EEUU
Una
guía en PDF sobre el tema de CCOO de Limpieza
2003-10-23 01:27 Enlace
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Comentarios
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De: Anónimo |
Fecha: 2007-05-30 06:37 |
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nos integramos en mexico para combatir los disruptores endocrinos nuestra direccion es funsame.blogspot.com.
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De: ffvf |
Fecha: 2008-06-09 23:20 |
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