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2002-06-06
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Al Sol Que Menos Calienta
2002-06-06


Territorios, Ciencia/Futuro, El Correo, miércoles 5 de junio de 2002
Llega el buen tiempo y todos nos vamos a lanzar a tomar el Sol. Es parte de nuestra cultura, y desde niños nos han hablado de lo sano que es estar al aire libre, el Sol. Y además con mucha razón: a través de la piel, los rayos ultravioleta son capaces de favorecer la creación de vitamina D, fundamental en la utilización metabólica del calcio, algo completamente necesario. Cierto es que el Sol no es el único proveedor de vitamina D: la leche, el pescado azul, el hígado, nos proporcionan también dosis adecuadas. Pero hay muchos adultos que no toman apenas lácteos, por lo que se suele recomendar, unas tres veces por semana, tomar el sol durante unos diez a quince minutos. Con eso, la reserva de vitamina D está suficientemente asegurada en la mayoría de los casos.

Sin embargo, no es la necesidad de vitaminas, ni siquiera el placer que los nudistas comentan siempre que proporciona el exponer al aire libre nuestro cuerpo, el que normalmente mueve a millones de españoles a tomar el Sol. Es parte de nuestra cultura, y según se está comprobando en los últimos años, una práctica que entraña riesgos si no la realizamos adecuadamente. La luz solar no sólo nos permite ver (rango visible), o nos transmite su energía en forma de calor (rango infrarrojo). Incluye también radiación ultravioleta, responsable de cambios metabólicos (como el enrojecimiento o la inflamación y picor de la misma al ser excitadas células productoras de histamina en la dermis). Los ultravioletas más energéticos son absorbidos por la atmósfera terrestre, principalmente por la capa de ozono. Se suelen considerar tres tipos de rayos UV: los de tipo A, los menos energéticos (entre 320 y 400 nanómetros), considerados escasamente nocivos, aunque se trata de radiación capaz de generar a largo plazo problemas, por su poder de penetración en la piel; los de tipo B (280-320 nm) que suelen ser llamados "los malos", siendo esto una simplificación, porque son por un lado los que favorecen la creación de vitamina D, pero también los de mayor efecto carcinogénico; y los de tipo C (200-280 nm) muy poderosos, pero que afortunadamente apenas llegan a la superficie terrestre. Cierto es que los B también son absorbidos en parte por la capa de ozono, pero se reconoce que uno de los efectos principales de la disminución de esta capa estaría precisamente en el aumento de la transparencia atmosférica a estos ultravioletas.

En los últimos años, dentro de la protección ambiental, se empieza a considerar útil informar a los ciudadanos de las condiciones que en cada lugar reinan, de cara al Sol. En 1994 se elaboró el llamado índice ultravioleta (iUV), que permite estimar la peligrosidad de la exposición al Sol. Este índice se elabora teniendo en cuenta la incidencia de rayos solares a mediodía (que varía a lo largo del año, y para cada lugar, dependiendo de la latitud, así como de la altura sobre el nivel del mar). Igualmente, incorpora datos sobre la capa de ozono, si el cielo se prevé cubierto o despejado, datos de la limpieza de la atmósfera (contaminación). En países como EEUU, Australia, Nueva Zelanda o Canadá se da el pronóstico del iUV en los medios de comunicación, como medida de aviso, siendo una estimación de la cantidad de radiación ultravioleta recibida sobre 1 centímetro cuadrado de piel a lo largo de una hora en torno al mediodía solar. Aunque incompleto, porque se han de considerar también las características de la superficie (la reflectividad de la arena, del agua o de la nieve es muy diferente, por ejemplo), el índice es un buen orientador de qué tal se presenta el día. Evidentemente, sólo si se hace caso: un índice por encima de 7 (que equivale a 630 Julios por metro cuadrado y hora) se considera ya alto, y permite prever daños al cabo de entre 7 y 40 minutos. Conviene cubrirse o estar a la sombra, llevar sombrero y gafas de sol, y utilizar siempre una crema de protección adecuada.

Sin embargo, no conviene generalizar: los efectos de la radiación solar cambian dramáticamente entre unas personas y otras, según el tipo de piel y otros factores, que permiten a los experetos determinar el llamado "fototipo cutáneo", que mide la sensibilidad al Sol. El color de la piel, de los ojos y cabello, son indicadores: las personas de ojos azules, grises o verdes son más sensibles que otras, igualmente las de cabello rubio o pelirrojo. El sexo parece también un factor: el envejecimiento prematuro en la piel se da más en hombres que en mujeres. Igualmente, el tabaco, la conducta alimentaria o ciertas medicaciones son factores que pueden alterar nuestra fotosensibilidad.

En la piel existe el ácido urocánico, que reacciona con la radiación UV, afectando al sistema inmune. Sería el responsable del envejecimiento de la piel. Lo interesante es que esta alteración no sólo permanece durante mucho tiempo (años) tras la exposición, sino que además es acumulativa. Sería uno de los factores que explican por qué, por ejemplo, la aparición de carcinomas y melanomas (diferentes tipos de cánceres de piel) en adultos está muy correlacionada con la exagerada exposición al Sol en de niño, habiendo sufrido quemaduras. Según los oncólogos, hay que darse cuenta de que cada quemadura solar de hoy tendrá efectos dentro de veinte años.

En nuestro país, desde hace cuatro años, la Asociación Española del Cáncer Cutáneo de la Academia Española de Dermatología (ASECCUT) y el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, promueven Campañas de Sensibilización Solar. Dos centros de prevención itinerantes permitirán estudiar a 40.000 personas, dándoles a conocer las medidas preventivas para tomar el sol de manera segura. Según los informes que presentó la ASECCUT sobre la campaña del año 2001, el 75% de los españoles no toma precaución alguna en estos temas, y más del 7% dicen sufrir insolaciones frecuentes, siendo superior al 40% el de personas que tienen erupciones los primeros días de tomar el Sol. Los dermatólogos quieren cambiar esta situación, pero, ¿conseguiremos convencernos de que la precaución es necesaria?

Prevención Y Autoinspección
Las campañas que en los últimos años están alertando de lo que los dermatólogos ya consideran una verdadera epidemia de cánceres de piel intentan principalmente sensibilizar al público de cara a una protección efectiva. Es difícil cambiar la idea tan arraigada de que el color blanquecino es síntoma de enfermedad, y de que un bronceado no sólo es sano, sino que se asocia a un estatus económico alto. Pero posiblemente haya que hacerlo.

No tomar el sol a las horas centrales del día, restringir las horas de exposición, además de utilizar una protección adecuada al fototipo de cada uno... son los pilares básicos, que además quieren que cada uno seamos más conscientes del estado de nuestra piel. Ante el espejo, debemos examinar la zona anterior y posterior, posteriormente los costados con los brazos levantados. Luego, doblando los codos, los antebrazos, las axilas y las palmas. Sigamos con los glúteos, zona anterior y posterior de los muslos, piernas y pies, incluso entre los dedos. El examen ha de incluir la nuca y el cuero cabelludo, usando un espejo de mano. Hemos de buscar manchas, lunares, que podemos clasificar en base a cuatro parámetros, que se recuerdan usando el mnemotécnico ABCD: asimetría del lunar; borde irregular o poco definido; colores variables, diferentes tonos en el mismo lunar; y diámetro mayor de 6 mm o que con el tiempo aumenta rápidamente. Estos cuatro parámetros nos deberían alertar sobre un posible problema, que siempre deberemos consultar con el dermatólogo. Igualmente, ante la presencia de lunares que duelen, pican o sangran es conveniente la visita al médico.

2002-06-06 16:44 Enlace

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