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2004-02-25
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El Genoma Fósil
2004-02-25


Territorios, Ciencia-Futuro, miércoles 25 de febrero de 2004, El Correo

Una revolución en la paleontología puede venir de la mano de la genética: algunos expertos creen que se podría obtener material genético de fósiles de hasta cinco millones de años de antigüedad, lo que posibilitaría trazar con nuevas técnicas el linaje humano.

Los bisontes de las estepas habitaron en amplias regiones del hemisferio norte durante el Pleistoceno (desde hace unos dos millones de años hasta hace unos 10.000 años). Con grandes cuernos, algo más grande que los bisontes actuales, estos animales convivieron con los primeros europeos, y los conocemos a través de las pinturas rupestres, pero también gracias a los restos congelados que se han descubierto en lugares como Siberia. Uno de ellos, una hembra de dos años y medio de edad, fue encontrada en el Río Indigirka, donde murió y fue sepultada por el hielo hace 55.000 años. En noviembre de 2002, un equipo dirigido por la Dra. Christina Nielsen-Marsh de la Universida de Newcastle (Reino Unido) consiguió identificar y analizar en esos restos una proteína de los huesos, la osteocalcina, cuya estructura molecular pudo ser comparada con la misma proteína de los bisontes actuales, y con la de otros bóvidos. Ambas proteínas son idénticas en el linaje de los bisontes, pero las diferencias entre los bisontes y las vacas actuales comenzaron, según indican estos aminoácidos, hace un millón de años.

Según los expertos, la osteocalcina se puede conservar en el hielo durante incluso 100 millones de años. Otras proteínas, y el mismo genoma, la molécula de DNA, son mucho más perecederas. Sin embargo, la posibilidad de recuperar en fósiles antiguos material biológico que permite análisis genéticos puede suponer una revolución en el estudio de la evolución de las especies, en concreto de las especies humanas. El mismo equipo de Nielsen-Marsh consiguió encontrar en ese bisonte partes del DNA mitocondrial, cuyo análisis se está realizando actualmente.

A mediados de los años 90 se comenzó a investigar la posibilidad de recuperar DNA de humanos antiguos, para poder realizar análisis comparativos entre su genoma y el de los humanos actuales. Las diferencias que existen en los genes se van incorporando a nuestro genoma debido a las mutaciones, una fuerza fundamental de la evolución biológica de nuestro planeta. Las mutaciones, esas variaciones en las "letras" con las que se escribe el DNA, se producen al azar, y es el propio azar el que permite que se vayan incorporando al acervo genético de cada especie. Las fuerzas de la selección natural propiciarán que estas mutaciones se establezcan a lo largo de las generaciones, cuya acumulación produce la propia evolución de las especies. Si podemos comparar genomas de antepasados nuestros y medir las diferencias, estadísticamente se puede llegar no sólo a ver cómo se han establecido los linajes (quién precede a quién, como en un árbol familiar) sino también cuándo se produjeron esas diferencias. Los primeros estudios de este tipo se realizaron con enterramientos de hace unos seiscientos años en Estados Unidos, pero el problema era cómo obtener cadenas de DNA lo bastante completas: las moléculas de la vida se descomponen rápidamente, salvo que se consigan condiciones de conservación adecuadas.

En la última reunión de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (la principal asociación científica existente del mundo, responsable de la edición de la revista Science, celebrada en Seattle, Hendrik Poinar, catedrático de paleontología y antropología de la Universidad McMaster, en Hamilton (Ontario, Canadá) pronunció una conferencia en la que planteaba la posibilidad de que se encuentren pronto restos de este tipo. En climas fríos, en condiciones de congelación, el DNA podría mantenerse incluso un millón de años con suficiente integridad como para poder emplear las técnicas de secuenciación que permitan reproducir este material genético y analizarlo en laboratorio.

Si bien el uso de proteínas, además de trozos de DNA, podrían llevarnos más atrás en el tiempo (quizás hasta 5 millones de años en el caso de analizar restos humanos), los problemas que plantean estas nuevas técnicas están todavía sin resolver de manera adecuada: los riesgos de contaminación de los restos fósiles no se eliminan con las técnicas actuales, y exigirían unos controles de asepsia que, en opinión de muchos paleoantropólogos, ralentizaría y encarecería las campañas de excavación hasta hacerlas casi inviables.

Para expertos como el profesor Poinar, sin embargo, las nuevas técnicas de análisis molecular permitirán, en condiciones adecuadas (enterramientos congelados, yacimientos en el interior de cuevas), que esta nueva manera de estudio de nuestros ancestros se convierta en algo más habitual, incrementando además la posibilidad de ir cerrando los huecos que existen. Los análisis filogenéticos ya se han demostrado muy útiles a la hora de analizar las migraciones humanas. Quizá el complejo camino que la humanidad ha ido haciendo desde su cuna africana hace unos millones de años pueda ser así finalmente conocido.

Hallazgos Dudosos
Hace tres años, el equipo de Bonnie Williamson, de la Universidad sudafricana Witt, afirmó haber encontrado secuencias de DNA a partir de restos humanos de las Cuevas Sterkfontein, en Sudáfrica pertenecientes a la especie Paranthropus robustus, con una antigüedad de 1,8 millones de años. La noticia fue dada a conocer por los medios de comunicación, creando una gran discusión en los ámbitos científicos. Lo cierto es que la posibilidad de que hubiera existido contaminación de las muestras era alta, como apuntaron diverso expertos, por lo que posiblemente ese DNA era actual, posiblemente perteneciente a alguno de las personas que trabajaba en la excavación. Algo parecido había sucedido dos años antes, en 1999, con el hallazgo de DNA en el esqueleto más antiguo conocido de nuestra especie, el llamado hombre de Mungo, de hace unos 60.000 años.



2004-02-25 01:00 Enlace

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