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2004-10-03
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Publicado en la columna Milenio de la contraportada del Diario de Noticias
Domingo 2 de octubre de 2004
Uno constata que, por más que lo intente Gallardón, en el PP se entiende la autocrítica sólo como si fuera hablar de coches (o, mejor, como dirían Faemino y Cansado "hablar del coche propio"). Y llegar, como hizo ayer Zaplana, a afirmar que de enmendarla nada, porque cuando tomaron aquella decisión de meternos en una guerra en Irak ya sabían que una gran parte de los españoles estábamos en contra. ¡Qué gracioso! Porque parece olvidar que lo hicieron basándose en una mayoría que sabían realmente que no tenían. Es lo que pasa con las mayorías y las autocríticas. Por estos pagos más cercanos también encontramos similar incapacidad de análisis de las acciones propias, de las acciones políticas con el poder en la mano, más allá de la representatividad electoral que se ejerció un día en el pasado.
Y es que no es fácil, en principio, reconocer que uno ha metido la pata, o afirmado algo que no era cierto, o hecho algo que debería haberse realizado de otra manera, simplemente porque se creía en poder de todos los parabienes y porque a la vez consideraba que cualquier objeción que le llegara de otros sitios iba a ser malintencionada, con el único interés de usurparle el mando. En eso, es cierto, en la autocrítica pasa como con los coches: uno se monta al volante y se convierte en un insociable con tendencias potencialmente homicidas a la primera de cambio, rodeado de gente que sólo intenta putearle. Uno contra el mundo. Cosas de los coches, y de las críticas de coches. Lo que decíamos al principio.
2004-10-03 01:00 Enlace
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