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Historias > Sin Derrida
2004-10-13
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He estado por ahí un tanto perdido, y en cierto modo me ha sorprendido el poco eco que ha tenido la muerte del filósofo de la deconstrucción,
Jacques Derrida por aquí. Evidentemente, uno no espera que pase como con los grandes personajes (tipo Carmina Ordóñez, quiero decir...) pero al fin y al cabo la influencia social (o más bien sobre todo política) de Derrida no es nada soslayable, incluso para quienes siempre hemos apostado por la modernidad frente a la postmodernidad, al racionalismo frente al relativismo... En cierto modo, su propuesta de deconstrucción de la cultura, del análisis del texto en sus diferentes capas e interacciones, ha marcado de tal forma el pensamiento de los últimos decenios que uno no se imagina no poder hacerlo. Aunque sólo sea para reconocer que es el mismo proceso de deconstrucción el que introduce pretextos y contextos al gusto de quien lo hace, es decir, subjetiviza tanto el análisis que uno, si siguiera el proceso al extremo, acabaría en los brazos de cualquier morfeo irreal.
No pretendo resumir una vida de trabajo en dos frases, y menos porque no podría hacerlo de forma ecuánime. Me he formado más bien "contra Derrida", y siempre me pareció bastante estomagante. Sin embargo, me sigue maravillando cómo fue capaz de crear una máquina intelectual tan poderosa, capaz de ser empleada como sustrato de toda una revolución en la política - sobre todo, ¡ay!, en las izquierdas europeas. El que haya sido para mal, no me consuela. El que, por ejemplo, se conectara de forma tan intensa el pensamiento de Derrida con el psicoanálisis lacaniano y las más estúpidas pseudociencias, el que -como evidenció en su
boutade Sokal y Bricmont- se abría la caja de Pandora del desmelene anticientífico e irracional, tampoco tiene valor probatorio suficiente como largarlo simplemente al cajón de los orates.
Quizá, o sobre todo, porque su crítica a la filosofía académica, su apuesta por el compromiso social y político es necesario para entender la izquierda y el progreso social, desde el 68 para acá. Un camino, eso sí, que es necesario desbrozar de ese abrazo al relativismo tan esotérico de las ciencias sociales (¿quizá como Habermas? ¿mejor como Chomsky? ¿o el mencionado Sokal?).
No sé: la pérdida de gente capaz de establecer líneas de pensamiento siempre es una gran pérdida para todos.
2004-10-13 01:00 Enlace
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