¿Cómo ha permitido Dios esto?
EL MUNDO
El Vaticano y los líderes de otras religiones tratan de reconfortar a sus fieles, que no se explican el porqué de la tragedia
Si Dios existe, ¿cómo ha podido permitir que ocurra una tragedia así? Esa es la pregunta que atormenta a los creyentes de todas las religiones desde hace 11 días, cuando el sureste asiático se vio arrasado por un terrible maremoto. ¿Qué sentido tiene un desastre que ya se ha cobrado cerca de 150.000 vidas? ¿Por qué el Altísimo no ha hecho uso de su poder omnipotente para impedir un cataclismo que se ha cebado con los más pobres y desprotegidos? La Iglesia católica y los representantes de otras confesiones tratan de dar respuesta a las numerosas dudas e incertidumbres que asaltan en estos momentos a muchos de sus fieles, tambaleando peligrosamente los cimientos sobre los que se apoya su creencia en Dios.
«La fe nos enseña que ni en las pruebas más difíciles y más dolorosas, como las calamidades que han golpeado en los últimos días el sureste asiático, Dios no nos abandona nunca», subrayaba el pasado domingo el papa Juan Pablo II durante la plegaria del Angelus. El Papa está conmovido desde el cataclismo y ha condenado el tráfico de niños denunciado por las ONG, al tiempo que ha rogado a los fieles que recen por las víctimas de la tragedia.
En la misma línea pontifica el cardenal Renato Raffaele Martino, presidente del Pontificio Consejo Vaticano para la Justicia y la Paz: «Ante tragedias de esta dimensión, la Humanidad experimenta su impotencia, pero también el hombre de fe se encuentra desnudo ante el misterio», aseguraba hace sólo unos días el purpurado en una entrevista al Corriere della Sera. «Uno se interroga, pregunta a Dios, pero al final debe aceptar el misterio del sufrimiento, que forma parte del misterio de la cruz [...]. Quizás Dios ha querido poner a prueba nuestra capacidad de ser solidarios», concluía.
Prueba de fe
Pero sin duda ha sido Bruno Forte, teólogo y miembro de la comisión teológica internacional del Vaticano, quien ha puesto el dedo en la llaga: «Ante el dolor inocente, la razón humana llama en causa al Dios que lo habría permitido porque, se dice, si este Dios es omnipotente, entonces es malo; si en cambio no puede hacer otra cosa que tolerar lo que sucede, es impotente y no es Dios», comenta. «Sin embargo, este razonamiento es en realidad falso, porque proyecta sobre Dios las medidas del hombre». Sin embargo, inevitablemente, lo acontecido en el sureste asiático está poniendo a prueba la fe de muchos sacerdotes. Y como era de prever, son sobre todo los misioneros que están presenciando con sus propios ojos el inmenso alcance de la tragedia, quienes más dudan.
«Nuestras iglesias, los conventos, las escuelas han quedado completamente destrozadas. Gracias a la ayuda de Dios en los últimos 20 años se habían construido nuevas parroquias, conventos, casas de acogida y escuelas. Ahora, viendo todas estas obras destruidas, me pregunto qué mensaje nos está dando el Señor. Yo me inclino ante Dios y digo: 'que se haga tu voluntad'», señala por ejemplo monseñor Aleixo Dias, obispo de Port Blair, capital de las islas Andamane.
Pero no son sólo los católicos los que se afligen pensando qué tipo de Dios permite que ocurran desgracias como ésta. Todos los creyentes sin excepción, desde musulmanes a judíos, pasando por hinduistas y budistas, se plantean la misma cuestión. «Los caminos de Alá son impenetrables», consuela a sus fieles el presidente del consejo indonesio de los ulemas, K.H. Ma'aruf, la más alta autoridad del Islam en ese país: «Desde la humildad de nuestra condición humana no podemos comprender su infinita sabiduría.Un verdadero creyente debe entender que su destino y el de los demás están en las manos de Alá. Si alguien ha muerto o si alguien se ha salvado, ha sido voluntad de Alá».
«La gente piensa que el maremoto es la expresión de la cólera de Dios, pero no es así. Es un fenómeno natural», sentencia Madambakkam Sreenivasa Bhattacharyar, sacerdote del célebre templo de Tirupati Tirumala, en el sur de la India.
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