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2002-09-29
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Lo Divino Y Lo Humano
2002-09-29

la madre que la parió
Publicado en Diario de Noticias MILENIO, Lunes 30 de septiembre de 2002

Cada uno es muy libre de hacerse del club que le dé la gana, pertenecer a la confesión que prefiera o incluirse en el grupo de acción que más le apetezca. ¡Faltaría menos! De la misma manera que cada uno se puede buscar los trabajos y las amistades que le dé la gana. Ahora bien, cuando estamos hablando de cargos públicos, de personas que toman decisiones que nos afectan (y representan) a todos, ¿cómo obrar? En lo económico, en las redes de dependencias empresariales, todos entendemos -y así está legislado- que han de existir una serie de incompatibilidades. Pero ¿qué pasa cuando no se trata de tener intereses en una empresa sino de pertenecer a una confesión, a un club, a un grupo, con una ideología determinada? Hay ocasiones en que pueden darse importantes conflictos, y ello debería estar considerado en algún tipo de ley de incompatibilidades.

Como estoy pecando de hablar muy en genérico, paso a un caso particular, y de plena actualidad. Nuestro país está posicionándose en contra de las investigaciones que utilizan células madre embrionarias, siguiendo los dictados -al pie de la letra- de organizaciones que, como la Legión de Cristo o el Opus Dei, están promoviendo (o amparando) acciones que intentan impedir cualquier tipo de investigación biomédica de futuro que utilice este tipo de células, por más que la ciencia esté demostrando el enorme potencial de estas técnicas para la resolución de enfermedades. Es conocida la adscripción o simpatía de responsables y familiares del gobierno a estos grupos, de manera que no estamos hablando de supuestos más o menos envenenados, sino de hechos. A día de hoy, la política española en estos temas sigue no las opciones de un partido o las decisiones de un parlamento, sino de unos grupos de índole ideológica o religiosa. Y las consecuencias las vamos a sufrir todos. ¿No estamos ante un caso de algo así como una prevaricación ética? ¿No debía existir una protección que asegurara la efectiva laicidad de un estado que sobre el papel lo es?

2002-09-29 23:19 Enlace

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Comentarios

1
De: El Pez Fecha: 2002-10-01 00:27

El oficio de opinador (más o menos profesional) conlleva ciertos efectos colaterales. Sobre todo si tu teléfono figura en la guía. Al menos cuando mencionas actitudes de grupos como el Opus Dei.

Hoy he recibido varias llamadas de personas que, tras haber leído mi artículo, se han sentido compelidas a llamarme para expresar su desacuerdo por mi sesgo y mis prejuicios. Correctas, las llamadas (y perfectamente identificados quienes las hacían, todo un detalle), en cualquier caso, suponían una intromisión en mi vida privada a la que no estoy acostumbrado. Ni me son queridas, evidentemente.

En cualquier caso, lo cierto es que con ellas he podido comprobar dos cosas: en primer lugar, que no habían entendido que mi artículo no hablaba de si las posturas del Opus u otras agrupaciones católicas son correctas o lícitas, sino de otra cosa diferente: hablaba de la responsabilidad de quienes gobiernan de hacerlo para todos los ciudadanos. Y de hacerlo en base a criterios que todos podamos entender.

En segundo lugar, queda claro que uno puede hablar libremente de casi todo, salvo de ciertos temas.

(Añadiría, acaso como tercera conclusión, la tentación que sienten mis críticos telefónicos de pensar que yo tengo algún mal rollo personal con el opus o los católicos en general: presuponen estas personas que quien ejerce la crítica lo hace siempre por enfermedad, prejuicio o resabio de quién sabe qué malas experiencias. Qué cosas...)



2
De: Oscar Alonso Fecha: 2002-10-14 19:10

Pues sí, en este país todavía hay cosas que levantan ampollas. En todo caso, aprovechándome de que mi nombre no aparece en la guía telefónica, sí que me gustaría dar mi pequeña opinión acerca de una dolorosa obviedad: La constitución española no define oficialmente un país laico, sino aconfesional. Lamentablemente, hay un largo trecho desde un país que dice no practicar oficialmente ninguna creencia hasta un país que es neutro ante cualquier creencia o falta de la misma.
Aún más, en el propio artículo 16 de la Constitución se menciona que el Estado mantendrá las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica "y las demás confesiones". Es decir, en primer lugar hace la presunción de que España seguirá por siempre siendo la reserva "espiritual" de Occidente y en segundo lugar, pone en entredicho, o más bien matiza la afirmación anterior de que es aconfesional. Como dice Puente-Ojea, quien fue Embajador de España ante el Vaticano, este país ni siquiera es aconfesional, sino criptoconfesional. Y si no, que devuelva la Iglesia el dinero de más que se embolsa todos los años por concepto de IRPF aunque yo marque la casilla de "otros fines de interés social". Aún más diría yo: ¿Por qué el Estado tiene que actuar como recaudador de los fondos que los ciudadanos libremente deberían dar o dejar de dar en los templos que la Iglesia tiene diseminados por doquier?

Que se reconozca en la Constitución la libertad religiosa ya es, en mi opìnión, un ataque a la necesaria laicidad del Estado, porque eleva el pensamiento religioso a otra categoría diferente del pensamiento en general. ¿No bastaría garantizar la libertad de pensamiento, opinión y expresión en general, sea pensamiento religioso, ateo, agnóstico o cualquier forma posible de pensamiento?

Y lamentablemente todo esto tiene mucho que ver con las células madre. Que salga el Secretario de Estado o el Director General (ahora no recuerdo) del ramo a decir en "Informe Semanal" que el Gobierno ha optado por impulsar sólo la investigación con células madre "adultas" por motivos religiosos es sencillamente inaceptable.

Y así vamos. Estos sí que son progresistas trasnochados, que diría nuestro ínclito presidente Aznar.



3
De: Joan Fecha: 2003-07-14 23:54

Creo lógico que si yo, por ejemplo, soy católico y mi fe me dice que los homosexuales no pueden establecerse como familia, no apoye algo que va contra mi fe; es lícito y no es ninguna incompatibilidad.



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