Que sigues sin entenderlo, Jose, y es que quizá yo no sé explicar bien el concepto. El artículo de Miguel Ángel Vadillo que enlazo por ahí arriba (en el post #38) te lo explica muy clarito, contando un experimento de Gazzaniga. Yo sólo pretendía aplicar esto de la reducción de la disonancia y el tema de la autojustificación de la conducta al acto de fumar.
Vamos a ver. Intentaré ponértelo más sencillo explicándotelo en abstracto. Imagina que tenemos una creencia A que no es compatible con una acción B que DE HECHO realizamos. Eso produce cierta sensación incómoda (¿podemos llamarlo hipocresía, al menos en algunos casos?). ¿Cómo reducimos esa sensación? Pues podemos dejar de realizar la acción B. Pero también podemos quitarle importancia al acto de hacer B. O podemos empezar a pensar que A no era, después de todo, tan bueno o tan importante o tan cierto para nosotros. Hay docenas de experimentos que muestran este tipo de reacciones, si quieres te cuento alguno. Te aseguro que es un tema apasionante.
Imagina a un grupo de gente al que le obligamos a hacer algo que no le gusta, tedioso, o que va en contra de sus principios. Disonancia, por lo tanto (en algunos experimentos se ha obligado, por ejemplo, a unos jóvenes a hacer una tarea tediosa, o a escribir un artículo en contra de su ideología, etc.). A un tercio le pagamos una buena cantidad de dinero a cambio. A otro tercio le pagamos una cantidad mucho menor. Y al tercio que queda, no le pagamos nada. Después les preguntamos a todos cómo de incómodos se han sentido haciendo esa tarea desagradable. ¿Adivinas quiénes son los que se sienten peor? En primer lugar, los que no han recibido ningún tipo de recompensa, obviamente, son los que peor se sienten. Pero a continuación vienen... ¡Los que recibieron la suma grande de dinero! Es curioso: Los que recibieron una cantidad pequeña confesaron sentirse mejor haciendo esa tarea desagradable. ¿No te imaginas por qué? Utiliza la lógica de la reducción de disonancia:
Los que recibieron mucho dinero tenían una explicación razonable a mano para explicar la conducta que les provocaba la disonancia. Ellos estaban haciendo algo desagradable, pero tenían una buena razón... ¡Les pagaban por ello! (Igualmente, como te he dicho, si un fumador explica su conducta diciendo que es un adicto; si un trabajador explica su conducta de trabajar diciendo que necesita el dinero, etc., están dando con una explicación racional bastante buena y que estaba a mano. ¡Bien por ellos!).
Los que recibieron poco dinero tienen más problemas. Han realizado un acto que no les gusta y los tienen que explicar. Pero el dinero que les han dado es tan escaso que no basta por sí solo para explicarlo "¿Y por 2 céntimos me he tirado yo dos horas contando hacia atrás?". De modo que se han puesto a buscar otras explicaciones alternativas que reduzcan la disonancia. Y una de las formas de hacerlo es relativizar ese carácter negativo de la conducta: "Bueno, no me han pagado mucho, pero yo he hecho lo que me piden. Por algo será. Como no encuentro ninguna razón externa para explicarlo (el dinero no basta) será que, en el fondo, no lo he pasado tan mal". Por ejemplo. O "Bueno, no me han pagado, pero he obtenido otra recompensa: He colaborado en un experimento y eso me hace sentir bien".
Fíjate en que la única diferencia entre los grupos es la recompensa que les damos, y sin embargo su valoración de la tarea que realizan es totalmente distinta. Primero actúan (no saben muy bien por qué) y luego explican ese acto, lo justifican, usando todas las explicaciones que tienen a mano (primero externas, pero si no las hay, las inventan).
¿Ahora lo pillas?
Cuando hacemos una elección, razonada o no, tendemos a mantenerla. Tenemos en nuestra cabeza la necesidad de vernos a nosotros mismos como personas coherentes y con fundamento. Por eso sucede que a veces actuamos sin pensarlo mucho, pero luego, paradójicamente, buscamos justificaciones para esa acción. En el famoso experimento de Gazzaniga que cuenta Miguel Ángel Vadillo en su artículo, se utilizaban personas comisurectomizadas, es decir, sometidas a una operación quirúrgica que secciona el cuerpo calloso y separa, de hecho, los dos hemisferios cerebrales, de manera que no pueden comunicarse entre sí (es una operación que se realiza a ciertos epilépticos cuyos ataques son muy graves, porque así se evita que la crisis se extienda de una región cerebral a otra). En todos los demás sentidos, esta gente lleva una vida perfectamente normal. Gazzaniga exponía a estos pacientes a unas imágenes que eran registradas por uno de los ojos, de manera que llegaban al hemisferio contrario pero no al otro. Uno de los pacientes veía con el ojo derecho una pata de gallina (que viajaba hasta el hemisferio izquierdo), y con el ojo izquierdo un paisaje nevado (que viajaba hasta el hemisferio derecho). Posteriormente, se les enseñaba una pareja de dibujos (una pala para quitar nieve y una gallina) para que escogieran uno que tuviera que ver con lo que habían visto. Si la elección la hacía el hemisferio izquierdo, el paciente escogería la gallina (pata - gallina), de lo contrario escogería la pala (nieve - pala). Pues bien. Una mujer escogió la pala con la mano izquierda (hemisferio derecho) y la gallina con la derecha (hemisferio izquierdo): eso significa que ha escogido la respuesta correcta con cada hemisferio, ¿no? Pero lo gracioso vino cuando le preguntaron la razón de haber escogido la pala. Resulta que el hemisferio izquierdo es el encargado del lenguaje, pero éste hemisferio no "había visto el paisaje nevado". En otras palabras: había una conducta que el participante no podía explicar porque carecía de toda la información. En vez de reconocer que no sabía por qué, el participante recurrió a una explicación un tanto... extraña :-) Dijo que era "muy fácil, que la pata de gallina va con la gallina, obviamente, y la pala sirve para limpiar el gallinero".
Este otro experimento quizá te haya convencido más. Como te decía, primero hacemos algo sin pensarlo mucho (recuerda el ejemplo que puse con la hipnosis), y después buscamos una justificación, sólo que a veces no es muy racional, tal vez porque no tenemos toda la información, aunque por lo menos sirve para no sentirnos mal. Es muy difícil volver atrás y reconocer que nos hemos equivocado, o que hemos hecho algo sin tener una buena razón para ello: preferimos tirar para adelante y justificar esa elección aunque haya sido fortuita. Este elemento es clave. ¿Lo entiendes?
Apliquémoslo al tabaco. Tenemos una conducta que puede ser disonante en algunos casos: Si tengo argumentos muy buenos para dejar de fumar, eso es contradictorio con el acto de haber encendido un cigarro, por eso tengo que buscar una justificación buena para no sentir disonancia. Si dejara de fumar se acabaría la disonancia, por supuesto, pero esa posibilidad la podemos descartar porque es difícil dejar el vicio. Una explicación para dejar de sentir disonancia puede ser decir, precisamente, que es imposible dejar la adicción así que ya no hay nada que hacer, que uno no tiene control sobre la conducta y que es la nicotina la que te ha obligado a encender el cigarro (¿te suena, Jose? Es tu justificación, que la dabas hace unos mensajes. Tiene también algo de excusa irracional: ¿de verdad eres tan esclavo, o sólo te interesa decirlo para no enfrentarte a la disonancia?). Una vez que uno realiza la conducta de fumar, es muy difícil volver atrás, reconocer que se ha metido la pata. Por eso muchos fumadores echan mano de excusas a veces ridículas (mira las que menciono en mi bitácora, en el 2º artículo sobre el tabaco), como decir que el tabaco no es dañino (si no es dañino no hay ninguna disonancia), o incluso que es beneficioso (como que le quita a uno el nerviosismo, por ejemplo).
Sinceramente, me da la sensación de que no consigo hacerme entender porque estamos dando vueltas en círculos. Y me parece una pena porque estos fenómenos de la psicología nos ofrecen una visión frágil pero a la vez encantadora del ser humano.
|