Cada dos por tres , en la radio, un anuncio de la comunidad de Madrid en pro de la "igualdad" de hombres y mujeres en el trabajo, el hogar, etc. Y los carteles con el mismo lema. La argumentación, nula. Apelación al sentimentalismo más vacuo e insincero atizada por un memo o mema con voz persuasiva: "la igualdad es buena". Recuerda a la propaganda totalitaria de la Constitución europea: ni asomo de argumento racional, solo la autoridad-seducción: "es buena para todos", repetida machaconamente.
Se trata de la ideología feminista, basada en la aversión a la tarea tradicional de la mujer en el hogar y la educación de los hijos: una esclavitud impuesta por el "patriarcado", dicen. Y la pretensión de que el varón haga lo mismo. Por supuesto, no niego el derecho de esas personas a defender sus ideas
siempre que lo hagan por su cuenta, sin emplear el dinero público, el dinero de todos. Siempre que no nos estafen, en definitiva.
Y siempre que se difunda igualmente la crítica: esa falsa idea de la igualdad conduce a la destrucción de los hogares, la degradación de la moral y la deseducación de los hijos, dejados a merced del puterío televisivo y similares: sus efectos los vemos a diario. La igualdad real consiste en dos cosas: igualdad ante la ley y respeto a la realización de las inclinaciones individuales, siempre que no vulneren aquella. A ninguna mujer se le puede imponer la dedicación al hogar, y menos la renuncia a la formación profesional, pongamos por caso. Pero aun más perjudicial es estigmatizar la función del ama de casa como una degradación. Hace unos años nuestro pintoresco PP estableció unas ayudas a la mujer
que ya recibe un sueldo por su trabajo fuera de casa, y no a aquella que trabaja en el hogar.
Este abuso de los politicastros encubierto con moralina barata trae a la memoria unas palabras de Tocqueville sobre la tiranía democrática o seudodemocrática, que debiéramos tener bien presentes: "Un poder inmenso y tutelar que se asemejaría a la autoridad paterna si, como ella, tuviera por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, por el contrario, no persigue otra cosa que fijarlos irrevocablemente en la infancia. Este poder quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino en gozar; se esfuerza con gusto en hacerlos felices, pero en esa tarea quiere ser el único agente y juez exclusivo
" Ese poder pretende definir lo bueno y lo malo.
Propongo una campaña con un contenido parecido a este: "Al margen de la igualdad ante la ley y del respeto a las opciones personales, mujeres y varones tenemos importantes diferencias de temperamento, inclinaciones y, en algunos aspecto, valores. Esa diferencia no es mala, sino buena, sin ella la vida se volvería invivible. Respétala".
Una campaña, bien entendido, sin estafar a nadie derrochando el dinero público.
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