Ciertamente, Chernobil no es un buen modelo para las centrales nucleares (en genérico). Pero es un buen modelo de lo que puede suceder en caso de un accidente muy grave y, sobre todo, de cómo se puede llegar a gestionar un desastre nuclear llegado el caso.
Los malos ejemplos son eso, malos ejemplos. Y nadie los quiere en su casa, y cualquiera puede intentar reconfortarse afirmando que algo así nunca sucedería en su casa. Pero ello no quita que sería más lógico aprender de ellos. Como comentaba Alfredo, después de lo de Harrisburg se procedió a mejorar los sistemas de muchas centrales por todo el mundo. Pero ¿se puede creer alguien que se ha alcanzado un "riesgo cero" en el tema? Desengañémonos: el riesgo cero simplemente no existe. Antes de Harrisburg no se veía necesario que todos los chivatos de cada sistema estuvieran a la vista de los operadores, y algunos de ellos, los más aburridos y poco relevantes, se colocaban en una segunda fila de consolas. Ello provocó que la respuesta a una serie de improbables errores concatenados no fuera la adecuada. Un simple problema de ergonomía fue, en parte, responsable de la magnitud del incidente. El tema da para mucho, pero estoy convencido de que lo peor sería caer en un absurdo optimismo de que las tecnologías de energía nuclear son perfectas, como absurdas son las posiciones que pretenden demonizarlas a priori.
En mi modesta opinión, las tecnologías actuales (y más las tecnologías de los años 70 empleadas en las centrales en funcionamiento actualmente en España) son relativamente seguras. Pero el balance no se me plantea precisamente positivo: los pocos incidentes registrados han sido sistemáticamente minimizados, incumpliéndosea a menudo los estrictos protocolos pactados, sobre todo en lo que se refiere a la información al público de cada suceso, con una visión paternalista por parte de los responsables de las centrales que no ayuda en absoluto a concederles el más mínimo beneficio de credibilidad. Si pueden, mienten. Y eso es básico. Las alharacas de los foros atómicos, convertidos en plataformas de apoyo bastante acrítico de un sector, ciertamente, vilipendiado desde las posiciones más aceptadas socialmente de lo antinuclear, tampoco pueden creerse sin más.
Hace poco, un alto responsable del CIEMAT nos daba una charla en el Planetario sobre el tema, y él, nada sospechoso de ser un fanático antinuclear, se posicionaba firmemente en contra de un despliegue de la fisión para contrarrestar los problemas del petróleo. Abogaba por una moderada inversión en la investigación sobre fusión y, sobre todo, en una investigación seria -y no movida simplemente por los intereses económicos de los sectores energéticos- sobre tecnologías de este siglo que incluyeran también lo nuclear.
Cierro el larguísimo comentario mencionando, de pasada, que queda pendiente el asunto de los residuos. Se mire como se mire, la hipoteca al futuro de los restos contaminantes sigue sin disponer de soluciones adecuadas (o, en términos de balances económicos, suponen una inversión a largo plazo que, de ser contada, disminuiría la rentabilidad de las fuentes de energía nuclear muy por debajo de lo que se afirma habitualmente).
Lo dicho: el tema da para mucho, e imagino que por aquí iremos abordando algunos aspectos. Gracias a todos por vuestras aportaciones.
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