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2003-01-06
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(publicado en Milenio, columna de la contraportada del Diario de Noticias, lunes 6 de enero de 2003)
Porque aun cuando los Reyes no siempre son los padres (¡uy! he cometido acto de lesa majestad oriental, ¡no se me tenga en cuenta, majestades!), que a veces se apellidan Borbón para mayor gloria de nuestra España, nuestras Españas; otras Aznar, ese rey bigotón que regala millones de euros en un acto de reciclaje realmente notable, tan comprometido con el medio ambiente gallego que un dinero ya presupuestado y publicitado antes de la marea que al principio no era negra pero que luego se comprobó bastante más negra que el carbón se reconvierte en dádiva solidaria de todo el estado y amén por muchos años; otras se llaman -y pongan aquí el nombre de su rey o reina preferida- que desde las instancias públicas juegan a lo largo del año a pretender regalarnos aquello que son compromisos o necesidades mientras nos hurtan otros y otras más perentorios, a vestirse con capas y sobrepellices de armiños más o menos sintéticos, haciendo de su trabajo una continua campaña de mercadeo, amén de abundar en los regalos para los más allegados por vínculos de sangre o de partido, de conveniencia o de dependencia. Que les den, a esos reyes que más querríamos de ficción que reales (valga la redundancia).
Porque, al fin y al cabo, hoy es día de recibir y entregar regalos, aunque sean carbones dulces con forma (la moda de este invierno) de galletas de chapapote made in Prestige. Porque esta mañana yo también he comido el roscón con el miedo de encontrarme el haba, o de tragarme en un descuido un reyezuelo de plástico tan higiénicamente envuelto en un plástico pringado de nata (o crema)... Qué quieren que les diga: hoy -como única e irrepetible excepción- soy monárquico, a pesar de todo, por supuesto.
2003-01-06 02:21 Enlace
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