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Historias > Antioxidantes Que Matan
2007-03-13
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Digo, por ponerlo en plan titular amarillista. Leo en El País un
reportaje de Gonzalo Casino con provocador titular:
Antioxidantes: peor que inútiles
Los suplementos vitamínicos no sólo no previenen las enfermedades, sino que elevan la mortalidad
La promesa de salud y longevidad creada en las últimas décadas por los suplementos antioxidantes se ha desvanecido. Si se guiaran por las pruebas científicas y no por los cantos de sirena de la publicidad, los muchos millones de personas que toman estos complementos dietéticos en Europa y EE UU (10-20% de la población) para prevenir el cáncer y otras enfermedades crónicas deberían dejar de hacerlo. Ya se sospechaba que tomar vitamina A, vitamina E, betacaroteno y otros antioxidantes, juntos o por separado, no tenía ningún efecto positivo apreciable sobre la salud, pero al menos se presumía que no era perjudicial. Ahora se ha comprobado, mediante el tipo de estudio que ofrece más garantías científicas, que las píldoras antioxidantes no sólo son un gasto inútil, sino que además pueden acortar la vida.
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No es la primera vez que algo así se da a conocer en la comunidad científica, aunque puede que al lego le sorprenda saber que, lejos de las afirmaciones exageradas y superlativas del valor de los antioxidantes para todos los males, los datos indicaban más bien que nones, o incluso que mejor ni verlos... Comento esto porque vivimos en una sociedad -y basta mirar los anuncios de la tele para comprobarlo- en la que la salud se ha convertido en uno de los valores más vendidos, porque se convierte en reclamo -o necesidad- de cualquier producto. Los productos alimentarios -no sólo los mal llamados "complementos"- llevan ya años anunciándose por sus virtudes para el organismo, no porque sepan bien. Lejos quedaron aquellos anuncios, por ejemplo, de yogures en los que lo que se vendía era el sensual placer del sabor cremoso: se convirtieron en enunciados de lactobacilos y demás especies bacterianas, recuento de la ausencia de grasas y sobre todo repertorio de los efectos saludables de su ingesta. Así son las cosas.
Y, entre ellas, se fue creando todo un mercado de productos alimenticios y complementos dietéticos, incluso de medicamentos más o menos milagrosos, en los que el enemigo a batir son los malvadísimos RADICALES LIBRES (me permitirán una nota jocosa: cuando comenzó a venderse un zumo de naranja y zanahoria que, precisamente, anunciaba en tipografía llamativa su acción "contra los radicales libres", por estos pagos de la kale borroka y demás, eran innumerables los chistes acerca del biosolán ese...). Desde hace años, se ha ido imponiendo una visión de que la acción, el estrés oxidativo, provocado por ciertas sustancias químicas, los llamados "radicales libres" precisamente porque son moléculas con gran poder reactivo debido a que suelen tener un electrón desparejado en su configuración electrónica, lo que les permite establecer enlaces con el oxígeno. Es decir, oxidarse. Aunque también con otras especies. Lo cierto es que una parte importante de la química de la vida tiene que ver con reacciones donde existen radicales libres. Lo digo porque, como siempre, se suele demonizar el término sin demasiado sentido. Como oxidarse es vivir que diríamos (por lo menos, respirar, que no es moco de pavo), la acción de esos radicales libres tenía que ver con todos los procesos de envejecimiento... o casi. Léase también metabolismo: la digestión de las grasas, pero también la síntesis de proteínas puede verse afectada por estas sustancias. Así, se fue explorando el papel de estas sustancias en diferentes enfermedades degenerativas y con el envejecimiento. Y aparecía otro nivel más: la capacidad de alterar el ADN que tienen los radicales libres, y lo que ello podría conllevar. La acción de estas reactivas moléculas, así, se desplazaba también a la muerte celular, imposibilidad de continuar con ciertos procesos habituales, o el cáncer. Todo un poema. Al que habría que añadir, por si fuera poco, el que hay condiciones ambientales que facilitan la formación de radicales libres, es decir, la activación de moléculas habitualmente más inertes, que con esos factores (contaminación, radiación solar, alimentación, hábitos como el tabaquismo, etcétera...) se ponían en plan radical.
Paralelamente, se ponía en valor la acción de ciertas sustancias antioxidantes, capaces de neutralizar la acción de los radicales libres. La lógia del asunto es innegable: si la acción de los radicales libres es tan nefasta como comentábamos en el párrafo anterior, bienvenidas sean las moléculas capaces de neutralizar su reactividad. Así se empezaron a promocionar las virtudes antioxidantes de las vitaminas A, C y E, del betacaroteno, del selenio, del licopeno, del zinc, del cobre o de los flavonoides, las catalasas, o la que ahora pone de moda más de una empresa cosmética en sus cremas, esa coencima Q10 que seguro que han visto en algún anuncio de la tele... La naturaleza, y los laboratorios, proporcionan un buen número de sustancias de las que se han ido cantando efectos benéficos sin fin.
Pregunta obvia: dejando aparte el vínculo obvio entre antioxidantes y oxidantes (radicales libres), ¿es cierto que esos aportes de antioxidantes a la dieta cumplen su objetivo? Puede parecer sorprendente que algo tan elemental no haya sido adecuadamente explorado... mejor dicho, que las afirmaciones que se han venido haciendo a menudo no tenían los adecuados ensayos clínicos detrás que permitieran sustentarlas. La historia de siempre: el mercado es proclive a hacer popular cualquier cosa que funcione económicamente, y más en esta sociedad "tan" preocupada por su salud. Y los antioxidantes estaban en el lugar adecuado en el momento adecuado. Súmesele una inadecuada divulgación alimentaria, ni médica, que nos deja crédulos perdidos. Y el papel de algunos buenos para nada que acríticamente han ido acogiendo cualquier moda de los complementos alimentarios o los "surpluses" para un cuerpo sano, espléndido... (No puedo dejar de mencionar el efecto tan importante que tuvo, al menos históricamente, la promoción de las sobredosis de vitamina C por parte del bipremio Nobel Linus Pauling -una obsesión sin justificación científica, pero que sigue siendo utilizada para hablar de las maravillas de los antioxidantes. Sé que escribí algo sobre el tema hace años, a ver si lo recupero de algún sitio perdido...)
La afirmación base es que al bloquear los radicales libres, previenen de sus efectos. Tomemos por ejemplo, la vitamina E: al interferir en la oxidación de las lipoproteínas de baja densidad (LDL), puede ayudar a prevenir la aterosclerosis; pero también es anticoagulante, y se ha asociado a la producción de hemorragias. Algunos estudios publicados parecían ligar la vitamina E con una disminución de las muertes por enfermedad coronaria (en el NEMJ, 1993 -enlace
1 y
2 en PubMed - hay que registrarse pero se puede leer el resumen). Sin embargo, se criticó que los análisis epidemiológicos no permitían ver si el efecto era producido por el antioxidante o por el estilo de vida más sano en general.
La lista podría ser enorme. Uno puede comprobar las conclusiones, por ejemplo, de la Colaboración Cochrane respecto al uso de
antioxidantes para la prevención de la preeclampsia, (es decir, la toxemia, una complicación del embarazo que afecta al 10% de los mismos, aproximadamente). Los autores encontraron estudios "de calidad deficiente" y aunque parecía haber una reducción del riesgo de tener un recién nacido pequeño -uno de los efectos de la pre-eclampsia-, se encontró también un aumento del riesgo de parto prematuro.
Este tipo de estudios, en general, han ido produciendo un cuerpo de evidencias un tanto singular. Recomiendo leer un buen resumen del tema en
Quackwatch.org. No es extraño, escribe su autor, Stephen Barret, que en EEUU la FDA prohíba que se diga que esos suplementos de antioxidantes pueden curar enfermedades.
El artículo de El País hace mención a un nuevo estudio que confirma alguna de las líneas anteriores. El efecto beneficioso de los antioxidantes es, de nuevo, puesto en cuestión. Pero no solamente eso, sino que comprueba que en algunos casos los efectos son adversos. El
metaanálisis publicado hace dos semanas en el JAMA por un equipo relacionado con la Colaboración Cochrane y varias universidades europeas, muestra que el conjunto de 232.606 ensayos clínicos de 385 publicaciones y 68 ensayos randomizados -perdón, aleatorizados- indica un riesgo asociado de mortalidad con la vitamina A, E, el betacaroteno, y no hay tal efecto con la vitamina C y el selenio. La diferencia funcional entre unos y otros es que los primeros, que han demostrado efectos perniciosos en el metaanálisis, son liposolubles, con lo que si se ingieren en exceso, se almacenan, precisamente en los tejidos adiposos, y pueden permanecer provocando estos efectos. Los otros son hidrosolubles, y su exceso se elimina con la orina sin problemas (bueno, hay registrados problemas de cristalización de la vitamina C en los riñones... conste).
Destaco el recuadro del artículo, que merece la pena como conclusión:
Mercadotecnia frente a pruebas científicas
Los antioxidantes son un grupo de vitaminas, minerales, enzimas, pigmentos vegetales y otras sustancias. El interés que despiertan se debe a que anulan el efecto perjudicial de los radicales libres, producidos por la respiración, las radiaciones ionizantes, el tabaco y, en general, en las reacciones oxidativas del cuerpo (por eso se llaman antioxidantes). Digamos que la vida nos oxida por dentro produciendo radicales libres que dañan los genes y las células, favoreciendo el envejecimiento y algunas enfermedades, como las cardiovasculares o el cáncer.
Los principales antioxidantes son las vitaminas C y E, el betacaroteno (precursor de la vitamina A), los flavonoides y minerales como el selenio o el zinc. Aunque el cuerpo produce sus propios antioxidantes y el ejercicio favorece esta producción, la mayoría provienen de los vegetales que se toman en la dieta. Las propiedades saludables de las frutas y las verduras se deben en buena medida a su elevado contenido en antioxidantes.
¿Por qué no dar entonces suplementos antioxidantes para mejorar la salud? Muchos estudios han avalado esta lógica antioxidante y el supuesto efecto protector frente al cáncer, las enfermedades cardiovasculares, el Alzheimer, la degeneración macular asociada a la edad y otras muchas enfermedades. Los mensajes de la publicidad se basan en los resultados positivos de algunos estudios. El problema es que no todos los estudios tienen la misma fiabilidad y ofrecen las mismas garantías.
Muchos de los resultados positivos provienen de estudios observacionales, es decir, aquellos en los que los investigadores observan qué pasa con un grupo de personas que toma suplementos antioxidantes y con otro grupo que no los toma. Pero en estos estudios, a diferencia de los ensayos clínicos aleatorizados (ECA), los investigadores no controlan desde el principio a los participantes y desconocen si ambos grupos tienen igual pronóstico. En los ECA los integrantes del grupo que toma antioxidantes y los del que no los toma se asignan al azar y, por tanto, tienen igual pronóstico. Los estudios observacionales decían que los suplementos tenían efectos preventivos y ahora la revisión sistemática de los ECA ha demostrado que no era así. Es algo parecido a lo que ocurrió con la terapia hormonal sustitutoria. Y ya sabemos cómo acabó la historia.
Estupendo, y muy claro. Ahora bien, Casino podría mandar copias de su artículo a los responsables de las secciones de sociedad, costumbres y modas y demás del colorín de su periódico, en donde sistemáticamente, semana a semana, se nos venden, precisamente, todas estas tonterías pseudomédicas que, ahora, no sólo se comprueban ineficaces en lo que afirman, sino peligrosas para la salud. Y ojalá le oyeran...
2007-03-13 12:57 Enlace
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Comentarios
1
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De: Ana |
Fecha: 2007-03-13 17:10 |
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Completamente de acuerdo. Qué obsesión por la eterna juventud, la belleza inconsistente y una salud a prueba de edad y envejecimiento. Me hace sonreír recordar a mi abuela, que murió con 92 años y bastante feliz, que jamás se metió en el cuerpo ni soja, ni bífidus ni demás zarandajas...
Será que vivir envejece y acaba por matarnos. Así de fácil.
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De: Angelito negro |
Fecha: 2007-03-14 14:32 |
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Buenos días! Sólo una puntualización, y es que el metaanálisis tiene su trampita... y es que ha desechado muchos estudios favorables de un plumazo y sin explicación. Bueno, una explicación peregrina. Sus razones tendría el sr. Bjelakovic, sobre todo a nivel de notoriedad... Una precisión, no son 232.606 ensayos clínicos, es el número de participantes... en fin, tema controvertido, y en la comunidad científica no está nada claro, porque también se pueden aportar muchos estudios (publicados, por supuesto) con resultados positivos. Si alguien quiere referencias, por curiosidad, se las puedo dar. Ana, no hay que confundir la eterna juventud con la prevención y, por cierto, la vitamina E es una de las dos que dado su carácter liposoluble puede producir problemas por acumulación... en fin, nada claro, ni irrefutable. S2
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De: María |
Fecha: 2007-03-15 11:11 |
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Vaya... vi su artículo el día que lo publicó y lo dejé pendiente hasta que tuviera un rato de tranquilidad, por aquello de enterarme bien de lo que decía. Resulta que hace poco pasé por una operación de cirugía mayor y después de unas cuantas semanas algo fastidiada, me recetaron hierro para fortalecerme, porque perdí sangre -es habitual en ese tipo de intervenciones- y necesitaba ayuda para ponerme las pilas. Cuando fui a la farmacia , el dependiente, uno de estos señores que conoces de toda la vida y al que llamas por su nombre de pila, me dijo que se me notaba mucho la fatiga en la cara y que la piel la tenía mortecina, opaca, mustia -¡qué ánimos, ¿verdad?-. Me tocó la fibra sensible, porque si ya me sentía mal, yo era consciente al mirarme al espejo de que no tenía un aspecto muy sanote que digamos. Total, que salí de allí con un bote de pastillas que se vende como "nutrientes esenciales para la piel" y fíjese lo que son las cosas, me he traido el prospecto hasta la mesa del ordenador para compararlo con lo que usted cuenta y creo que lo tiene todo: Licopeno, betacaroteno, vitamina E, Selenio, vitamina C, zinc y magnesio.
Caí en la trampa... y eso que suelo ser bastante esceptica con respecto a estas cosas. Imagino que como yo, habrá muchísimas más personas que se dejarán llevar por las amables palabras del dependiente de turno, que por el mero hecho de estar detrás de un mostrador de una farmacia, parece que esté investido de una sapiencia muy por encima de la nuestra -de la mía, al menos-.
En fin... lo que sí que me deja un poco preocupada es lo del betacaroteno: durante unos cinco años estuve tomándolo desde abril a finales de septiembre, recetado por el dermatólogo. En aquella época no se encontraba en las tiendas, como ahora. Me lo preparaban en la farmacia con una receta -no recuerdo el nombre... de las que te pone el médico todos los componentes para que sea justo lo que él quiere-. Me estaba tratando de una urticaria solar -exceso de antibióticos... casi un año- y me explicó que una forma de proteger la piel del sol era hacer que la melanina se activase desde dentro, no a través del sol. A saber... una acaba dudando de todo.
Saludos
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4
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De: Sergi0 |
Fecha: 2007-03-15 12:10 |
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No es que cayeras en ninguna trampa, es que un profesional no cumplió su trabajo. Un dependiente de una farmacia no es simplemente un dependiente, sino un farmaceútico, es decir, un científico.
Igual que el dermatólogo, que es un licenciado en medicina, otra ciencia. En principio no habría por qué dudar de lo que te prescribe un médico, porque se supone que sus prescripciones están avaladas por la medicina (que como toda ciencia, cambia, evoluciona, se aproxima cada vez más a la realidad, y puede incluso corregir teoría previas al disponer de más datos.)
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5
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De: jaime |
Fecha: 2008-06-19 21:58 |
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Estimadisimo:
Felicitaciones por lo escrito ya que denota un gran conocimiento del tema.Soy medico y estoy tratando de averiguar que dosis se utilizo en los estudios ya que no es lo mismo 30 UI que 100,200,400 o 1000 por dia.
Igualmente con el resto de las vitaminas pues me preocupa ya que son millones los que consumimos multivitaminicos con dosis bajas de betacaroteno, vitamina E o cualquier otra ya sea lipo o hidrosoluble.La idea no es que me tranquilice sino saber como acceder a estos numeros. Por supuesto el tiempo tambien puede ser variable.Entendemos que no es lo mismo 1 año que 10 o 20.
Necesitaria saber el porque lo que leo en la pagina tiene fecha de Marzo del 2007.Muchas Gracias!!
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