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2003-01-29
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Condenas
2003-01-29


Lo he leído hoy en el Diario de Noticias. Lo copio porque creo que merece la pena, como reflexión que muy pocas veces se hace del asunto del asunto del sistema penal, el cumplimiento de las condenas y demás zarandajas de esas... Lo escribe un psicólogo clínico, Juan Carlos Oria Mundín, presidente de la Asociación Centro Oasis y director del Centro de Día Zuria. Yo no puedo añadir nada más a lo que comenta, así que me callo y copio/pego:

Apuntes psicológicos a la reforma del código penal
Juan Carlos Oria Mundín


DURANTE las últimas semanas la reforma del Código Penal es noticia de primera plana en todos los medios de comunicación. En dicha propuesta de reforma se tipifican nuevos delitos y se especifican los castigos correspondientes a cada uno de ellos o se incrementan las sanciones de los delitos más graves. Tal como lo establece la Constitución y el Código Penal, la finalidad de la pena es la reinserción. Por eso, lo que nos extraña a los psicólogos es que se centre exclusivamente en el castigo. En psicología, el castigo es una técnica operante que consigue la reducción y el debilitamiento de una conducta excesiva o inadecuada, es decir, el castigo nunca enseña un comportamiento alternativo a la conducta que se desea eliminar.

No es una técnica muy utilizada en procesos de aprendizaje y desde luego nunca debe ser utilizada sola, sin el acompañamiento de otras técnicas alternativas.

Su utilización exige unas condiciones muy estrictas:

1. El castigo impuesto debe ser menor al riesgo o daño potencial de la consecuencia de la conducta que deseamos evitar.

2. Debe ser introducido lo más rápido posible a la conducta inadecuada. Si se dilata en el tiempo es poco probable que se modifique dicho comportamiento.

3. El castigo debe ir acompañado siempre del reforzamiento de otra conducta adaptada. Debemos intentar que la conducta reforzada sea incompatible con la conducta castigada y en todo caso es necesario explicitar las contingencias del castigo: qué conductas van a ser castigadas y cuáles son las alternativas.

4. Si la duración es muy larga el castigo pierde capacidad aversiva. El incremento de la intensidad del castigo puede empeorar la situación si dichos aumentos no son aceptados como justos y apropiados. No podemos olvidar que el ingreso en prisión conlleva en muchos casos, el etiquetado sobre la persona que dificultará su reinserción, o la vivencia de experiencias que marcarán el resto de su vida.

5. Conforme se vayan adquiriendo comportamientos más aceptables debe ir reduciéndose la intensidad del castigo, sólo así pueden ir adquiriéndose conductas que se mantengan en ámbitos sociales normalizados.

En la población general la sanción pretende tener un efecto de disuasión de cometer delitos tipificados. Se entiende que si el castigo es cierto, severo y rápido, la disuasión será más efectiva. Pero actualmente sabemos que la disuasión depende de las actitudes, percepciones y conocimientos. Por ejemplo, según los conocimientos que se tengan sobre la legislación, la disuasión puede modificar la conducta de las personas sin que disminuya el índice delictivo: simplemente se cometen otro tipo de delitos o se toman más precauciones para no ser cogido. Tampoco el incremento de una sanción tendrá efecto en la disminución del delito si el individuo piensa que tiene pocas posibilidades de ser descubierto; mientras que si esta probabilidad aumenta, aunque la sanción no sea muy intensa, es más factible que el comportamiento delictivo disminuya considerablemente. Y esto es algo bien conocido y que la propia Administración aplica en otros ámbitos, como el de las infracciones de tráfico: no sólo se han aumentado las sanciones económicas o se ha diversificado el tipo de sanción (retiradas temporales del permiso de circulación, etcétera) sino que el incremento de vigilancia (como ocurre en determinadas fechas) tiene como consecuencia la disminución de la accidentabilidad y las campañas publicitarias apelan a la modificación de las actitudes y la percepción del riesgo por parte de los conductores.

Sirva como ilustración el tratamiento que se ha dado a las personas con dependencia de drogas que han cometido delitos. En comparación con otras CCAA, los Jueces y Magistrados de Navarra, generalmente han entendido que la drogodependencia de una persona no se iba a solucionar en prisión, asumiendo que la comisión del delito estaba causada por la propia enfermedad, y que, si ésta se trataba, sería probable que no se reincidiera en el delito. El tiempo ha dado la razón a quienes pensábamos así. No ha sido el castigo sino la mejora de las ofertas terapéuticas y el avance de los tratamientos los que han propiciado la disminución del craving (la necesidad irresistible de consumir dicha droga) y por consiguiente el mayor autocontrol y la disminución de actos delictivos. En este contexto se ha facilitado el acceso a jeringuillas, incluso en la prisión, lo cual ha hecho disminuir considerablemente el contagio de enfermedades infecciosas por esta vía; el temor al incremento de agresiones esgrimiendo como arma una jeringuilla no se ha confirmado.

QUIERO con ello señalar que quizá sea interesante considerar también la delincuencia, en algunos casos, como característica propia de un grupo que comparte una determinada subcultura, y que difícilmente sólo un castigo pueda conseguir modificar esos comportamientos delictivos. Éstos han de ir irremediablemente unidos a otras técnicas que favorezcan el cambio de actitudes, de la percepción, las consecuencias de sus actos y la instauración de conductas alternativas; si no lo conseguimos, la sanción sólo puede generar sentimientos de aversión, venganza y resentimiento respecto al grupo normativo, y como consecuencia es poco probable que se modifique la conducta indeseable del individuo siendo, por el contrario, mucho más verosímil que aumente.

Es comprensible que ante un delito, impulsivamente exijamos un castigo severo y contundente que sirva de escarmiento para quien lo ha cometido y disuada a otras personas; pero a la vista de los conocimientos de los que hoy disponemos, es poco probable que sólo con la sanción se consiga la modificación de dicha conducta. Es tarea de nuestra sociedad y de los políticos que nos representan en las instituciones, plantear nuevas estrategias y dotar de los medios y recursos que posibiliten su puesta en práctica. Algunos de ellos ya se recogen en el actual Código Penal, pero desafortunadamente no se han apoyado lo suficiente como para poder valorar su eficacia.

No quisiera finalizar sin reseñar, tal como se ha publicado, que esta propuesta de modificación del Código Penal, antes siquiera de ser debatida, ya ha tenido como consecuencia la utilización de los fondos que el Estado tenía reservados para la construcción de una nueva prisión en Navarra, para la creación de otras macro-cárceles en otras comunidades. La prisión de Pamplona es un edificio diseñado en el siglo XIX y construido en la primera década del siglo XX. En la misma época que se construyó el ya desaparecido como tal Hospital Psiquiátrico o el Hospital de Navarra; con la diferencia de que estos últimos se han ido reformando y dotando conforme las necesidades y los avances asistenciales. ¿Se imaginan ustedes el ingreso en uno de los antiguos pabellones para ser sometidos a una intervención quirúrgica por unos excelentes profesionales con la tecnología y los medios de principios del siglo XX? ¿Cómo podemos pensar que en estas condiciones la prisión puede favorecer la reinserción?

2003-01-29 06:27 Enlace

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Comentarios

1
De: Juan Carlos Fecha: 2003-01-29 15:56

Todo este tema no es más que un engranaje de la política del PP que nos toca, y nos va a tocar, sufrir.
Si revisamos esta política nos daremos cuenta que la nueva mal llamada Ley de Calidad de la Enseñanza, empieza a sesgar a los niños y niñas, y preferentemente a los adolescentes, por sus capacidades intelectuales. No se plantea ninguna alternativa. Desde el Sistema Educativo ya se planifican dos tipos de sociedades, la de los competentes y la de los fracasados. No existe el fracaso escolar como tal, lo que se produce es un fracaso del sistema, en este caso el educativo, que no es capaz de dar respuesta a todos y todas.
El futuro se presenta negro para muchos jóvenes. Y mientras tanto esta sociedad sigue callada.



2
De: El Pez Fecha: 2003-01-29 19:24

Ay cuánta razón, Juan Carlos... y qué poco parece preocuparnos que se esté, precisamente, configurando esa sociedad de "fracasados desde niños" y "fracasando luego", junto a los "emergentes" que parecen ser los felices y contentos estómagos que perpetúan a estas gentes en el poder. O algo así.

¿Qué panorama nos espera dentro de unos pocos años, cuando esas tonterías hayan conseguido cargarse no sólo la enseñanza media y los bachilleratos, sino herir de muerte a la ya casi muerta universidad, etcétera etcétera?



3
De: ASUN RUIZ Fecha: 2009-09-01 11:58

Sensacional, enhorabuena Juan Carlos.



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