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2008-11-18
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Publicado en Diario de Noticias
MILENIO
Jueves 13 de noviembre de 2008
Un 10 de noviembre de finales de los 90 moría en su casa y rodeado de su familia Francisco, a los sesenta y dos años de edad, de un cáncer relativamente rápido y terrible. Su compañero de toda la vida, Juan, había podido tener unas últimas palabras con él unas horas antes, en una visita que hipócritamente parecía la de un viejo amigo y nada más. Juan supo que ese momento doloroso en que besó su frente era la última vez que vería a su marido vivo. Ningún derecho le amparaba, nunca fue oficial que el probo empresario de una ciudad levítica del norte de España fuera gay, por Dios, qué locura. Fran era un hombre serio y formal, que hizo del negocio familiar una importante empresa que ahora quedaba en manos de una familia que nunca le comprendió, y que toleraba sin preguntar que desapareciera de vez en cuando para irse al Sur. Conocían a Juan, oficialmente ese amigo que mantenía desde los tiempos de la mili. Juan y Francisco se iban de vacaciones, pero nada más. A la vuelta, cada uno en su casa, según me contaba el otro día un Juan ya septuagenario, precisamente en el aniversario de la muerte de su esposo, que ahora siempre celebra en el sur de Gran Canaria, lugar donde venían siempre huyendo también del frío otoño de su Vetusta.
Parejas de hombres de toda Europa buscan en esos paraísos del turismo homosexual la libertad que no tienen en sus ciudades. Desde hace más de 30 años, gente como Juan y Francisco encontró aquí, en un mundo mucho más alemán que español, el lugar donde se convertían en un matrimonio de verdad. Para no hacer nada especial: ir a la playa, pasear por las avenidas cutres de la ciudad turística, sentarse en las terrazas con otros como ellos, mirando a veces con concupiscencia cuerpos más jóvenes, más dorados, más sensuales que ellos mismos, a quienes el resto del año les estuvo siempre vetada cualquier muestra de afectividad, casi de afecto.
Juan, el viudo que no fue, nunca figuró legalmente como nada del muerto que una familia de las de siempre acaudaló lejos de él. Ahora en Canarias revive año tras año lo único que no pudieron quitarle: esas semanas de matrimonio verdadero bajo el Sol y las palmeras. Le pregunté a Juan el otro día sobre lo del referendum de Rouco, sobre la plaga de Cañizares. Me miró, serio y grave, bajando la cabeza y me confesó: “verás, yo soy católico, al fin y al cabo”.
2008-11-18 23:33 Enlace
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Comentarios
1
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De: Aloe |
Fecha: 2008-11-19 00:12 |
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Tenías que haber aprovechado para preguntarle más cosas. Una al menos que a mi me deja tós los días en la perplejidad más absoluta:
"¿Qué es ser católico?"
No es, aparentemente, plegarse a la moral de la Iglesia, ni a sus valores, ni a sus mandatos. Ni para este católico, ni para el 40% de la población española que se comporta de modo similar a él.
No es, aparentemente, ejercer de católico disidente, que quiere que los valores de su Iglesia cambien aunque los acepte nominalmente de momento mientras no lo hagan. De estos hay sólo unos pocos (cada vez menos, parece).
No es, aparentemente, una elección consciente. No es una aceptación meditada aunque tal vez con reservas.
¿Para esta gente ser católico es como ser pelirrojo o de Valladolid? ¿Algo de nacimiento, que se sobrelleva, no se elige y no tiene que ver con lo que se crea y cuales sean los valores y conducta propios?
Lo pregunto sinceramente porque es algo que me irrita profundamente y me hace pensar casi todos los días.
¿Padecemos una mierda de Estado semiconfesional donde la Iglesia abusó, abusa y abusará porque ha convencido a la mitad de los españoles de que es como el granizo o la tormenta, algo que existe porque sí, sin que dependa de nosotros?
A mi las incongruencias de la gente no me importan. Todo el mundo tiene derecho a sus inconsecuencias. Pero esta en particular es la que hace intocable a la Iglesia con sus imposiciones y su parasitismo. Esta resignación, respeto y reverencia de católicos nominales a los que, aparentemente, les sale gratis serlo (y no se plantean que en realidad no lo sean) y por cuya causa parece que no se puede mentar la posibilidad de denunciar el maligno Concordato y sacar de una vez a la Iglesia de nuestras vidas, nuestras escuelas y nuestra ciudadanía.
Lo siento, pero Juan no me merece simpatia alguna. No tiene derecho a quejarse, y si alguien tiene una deuda, la tiene él con los que, a pesar del catolicismo y a pesar de él mismo, consiguieron que su condición no le llevase a la cárcel o al ostracismo.
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De: Yabba |
Fecha: 2008-11-19 02:13 |
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A mi me merecen simpatía el drama de Juan, la pérdida de su marido, el tiempo de soledad que había entre sus encuentros... pero estoy con Aloe. Podría, seguramente lo haría, disculpar este caso en particular, respetar a la persona que tiene su incongruencia personal, ya que al fin y al cabo es producto de su tiempo y sus circunstancias. Pero que hoy en día siga habiendo Juanes (y los hay a patadas) es intolerable. Que haya (y los hay a patadas) quienes pese a sufrir la discriminación no le den la espalda a los discriminadores. Aún creyendo en Dios,... ¿es una manifestación creíble de un dios al que suponemos infinitamente misericordioso el condenar a dos personas que se quieren a la soledad más terrible por simples convencionalismos sociales? Quien crea en Dios creerá en un Dios de amor sin fronteras, NO en una Iglesia que les trata de plaga y a la que pese a todo muchos siguen apoyando.
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De: Átropos |
Fecha: 2008-11-19 07:51 |
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En mi humilde opinión no podíais tener más razón.
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De: Átropos |
Fecha: 2008-11-19 07:51 |
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En mi humilde opinión no podíais tener más razón.
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De: Átropos |
Fecha: 2008-11-19 07:51 |
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En mi humilde opinión no podíais tener más razón.
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De: Xa2 |
Fecha: 2008-11-19 08:55 |
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Lo que pasa es que Juan, ante todo, es humano.
Para lo bueno y para lo malo.
Para su vivencia personal y para sus creencias.
Para sus aciertos y sus contradicciones.
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De: Teresa |
Fecha: 2008-11-19 09:53 |
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Coincido bastante con lo que señala Aloe, aunque a mí el caso sí me da pena. Pero me parece que Juan no es el viudo, por más que amara a Francisco, no porque no existiera matrimonio homosexual por entonces sino porque no hacían vida marital o conyugal o como se llame.
Lo mismo que hicieron muchas parejas heterosexuales que se pusieron a convivir y a ser padres sin matrimonio por medio y afrontando la crítica social.
De todos modos, entiendo sus miedos, porque son humanos.
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Y se vivieron algunos casos parecidos Teresa... Pero una cosa es que no te cases porque no te dé la gana y otra que no sólo no puedas sino que ni siquiera puedas mostrarte como eres.
Luego oyes a los gerifaltes de una iglesia que dice tener entre sus principios el amor a los demás y entre sus objetivos "hacer el bien", las cosas que les oyes y te gustaría hasta poder cambiarte de nombre para no tener que ver con ellos ni el origen del mismo.
Además del hecho de que no es que pretendan indicar a sus propios fieles cómo deben pensar y comportarse, algo que hasta cierto punto podría comprender; no, es que pretenden seguir en el mismo statu-quo que en la dictuadura: dicatando ellos lo que debe hacer todo el pueblo según sus reatrasadas ideas.
Todavía no logro comprender en qué afecta exactamente a la iglesia que dos personas del mismo sexo tengan la posibilidad de formalizar su unión en las mismas condiciones que dos personas de sexos diferentes. ¿Les obligan a ellos a casarlos?, que yo sepa no. ¿Han sacado alguna ley que diga algo así como que lo tienen que extender entre sus fieles?, que yo sepa, tampoco: Pues tú en tu casa haz y dí lo que te venga en gana pero no toques los cojones en casa de los demás.
Yo ya no lo veo como un tema de religión, lo veo como un tema de mero respeto hacia los demás. Eso que dicen que pregonan.
Personalmente me molesta, me duele incluso, que cuando una pareja de gays viene a preguntarme por precios para un reportaje de boda, esperen a ver si no tengo más clientes y, aún así, lo hacen con discreción y tratando de valorar mi reacción antes.
Conozco personalmente gente homosexual, lo mismo que conozco gente heterosexual. No sé donde está la "plaga" ni la "enfermedad" que pregonan esos dementes de púrpura... a mí al menos no me han "contagiado" nada. En estos casos de intolerancia tan extrema no puedo evitar preguntarme siempre ¿estarán estos desgraciados seguros de su propia condición sexual? porque el simple miedo a lo diferente no me alcanza para explicarlo.
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De: webensis |
Fecha: 2008-11-19 11:29 |
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PPP
(Peazo Post, Pez)
:o)
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De: Anónima |
Fecha: 2008-11-19 11:50 |
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Pues si, PPP.
Pero se queda una con un sentimiento de tristeza y de impotencia. Que la vida ya es bastante complicada de por si para que las personas nos la compliquemos aún más de manera innecesaria...
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De: Felipe |
Fecha: 2008-11-19 11:58 |
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Humm, Brokeback Mountain?
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De: joaquín |
Fecha: 2008-11-19 16:49 |
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Me decía un amigo psicólogo que ese hecho de mantener una postura y su contraria a la vez se llama "disrrupción cognitiva" y que es un mecanismo psicológico de autodefensa vital. No he tenido tiempo de informarme más, así que no se cuanto de cierto pueda ser. Lo que es seguro es que a mi me ha intrigado mucho desde hace tiempo (http://joaquinsevilla.blogspot.com/2008/01/idea-y-su-contrario-2.html)
Ahora que esa capacidad de plantearlo de forma tan lúcida y poética... PPP
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13
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De: Pepe |
Fecha: 2008-11-19 18:00 |
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Esto es un clásico del sentimentalismo patrio
http://videos.sellamacopla.com/informaciondecontenido.php?con=9352
Yo soy la otra la otra
y a nada tengo derecho
porque no tengo un anillo
con una fecha por dentro
Yo soy el otro, el otro.
La bigamia es delito en este país por culpa de Rouco, pero la bigandria debería reconocerse.
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De: por la libertad lingüistica |
Fecha: 2008-11-19 20:05 |
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Me ha llegado este enlace que os paso, os recomiendo la visión del vídeo CASABLANCA DE LLOBREGAT, dedicado especialmente a los que apoyan el CAC (centro de multas por rotular en castellano y cerrar emisoras por criticar al nacionalismo) y en especialmente a los que están por todo lo contrario.
A raíz de las multas en el barrio de Sans y otros en Barcelona por el CAC ha surgido este vídeo, es una tragicomedia digna de verse.
CASABLANCA DE LLOBREGAT vídeo:
http://www.youtube.com/watch?v=mEQShmIO2vI
(si sale cortado el enlace unirlo en una línea)
Se ruega máxima difusión. Gracias
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De: Jorge |
Fecha: 2008-11-19 20:21 |
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Conozco mil historias idénticas, tengo 45 años.
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De: César |
Fecha: 2008-11-19 21:15 |
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Lo has clavao Felipe.
Pez, observo que la abstinencia de nicotina le está dando un punto melodramático y preocupante a algunos de tus últimos artículos que, por lo que leo, cala profundamente en los tiernos corazones de tus lectores. Sinceramente espero que no te despeñes definitivamente por las pendientes resbaladizas dela novela rosa, puesto que muchos apreciamos sinceramente tu vertiente más ácida, cínica, escéptica, irreverente, y otros
icas y
entes por el estilo.
Un abrazo
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De: Yabba |
Fecha: 2008-11-19 22:33 |
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Hay un momento para todo, para el ácido y para el dulce, y a mi en todo caso esto me parece cualquier cosa menos novela rosa, la verdad :)
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De: Anónima |
Fecha: 2008-11-21 00:25 |
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Servicio anónimo de intercambio de enlaces: Pelo dereito à indiferença en donde Psicobyte y me ha recordado este post y que el presente está siendo diferente y el futuro quizá lo sea aún más...
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De: ElPez |
Fecha: 2008-11-21 13:49 |
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El texto recogía una charla real con una persona real. Personalmente ya saben mi opinión sobre los católicos y en general sobre la gente religiosa. A mí me parece que al pobre Juan le putearon tanto toda la vida que hasta él mismo considera que está bien así puteado. Conozco a marginados que asumen su condición marginal como parte de su culpa. Muy católico, por lo que se ve. Triste, inútil.. sin duda.
Pero tengo todo el respeto por Juan, que estaba encantador, elegante, viviendo una vida que en esos momentos era feliz, incluso cuando recordaba a su marido secreto.
Pero tiene razón Teresa, a mí me dio pena. Una pena un poco tonta, porque poco podemos hacer ahora por algo que ya fue y se acabó. Quizá comprometernos con que en el futuro las cosas fueran diferentes.
El otro día, tras la publicación del artículo, hablé con un amigo: él sigue conviviendo "de tapadillo" con su pareja, y llevan así 40 años. No es broma: a uno de ellos lo echaron de casa y le desheredaron. En el testamento, el padre puso: "y al maricón de mi hijo XXXX que el den por el culo, pero nada de mi herencia". El otro nunca se animó a decirlo en casa. Así viven, y sé que son muy felices siempre que no rasques en esa historia.
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El padre testador sirve muy bien de ejemplo de persona de lo más civilizada, tanto como un áspid. Es triste que haya quien guste de identificarse con él.
César Noragueda
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De: Aloe |
Fecha: 2008-11-21 20:18 |
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Bien, seguramente estuve un poco dura en mi anterior comentario, y como en realidad yo soy más de compadecer a todo el mundo, seguro que si le conociera me daría pena también.
Pero leñe, es que así no vamos a ninguna parte... Hay que echarle un poco más de valor para sacudirse la ideologia reverente que a uno le metieron de niño, por lo menos todo lo que se pueda.
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De: teo |
Fecha: 2008-11-22 21:53 |
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A mí esta historia me parece que debería llamarse "El retiro canario del Tío Tom Gay". Dejando de lado la posible empatía que produzca una situación así (porque en principio los humanos solemos ser sensibles al sufrimiento ajeno, claro), resulta curioso ver cuántas veces ocurre que la víctima termina psicológicamente atada al verdugo. ¡Qué extraños somos los homo sapiens!
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De: Yabba |
Fecha: 2008-11-22 22:58 |
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O directamente qué tontos :)
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