artículos, escritos y demás piezas perfectamente obviables perpetradas por Javier Armentia (@javierarmentia por algunas redes)
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Por supuesto, el hecho de hablar de mundos, de otros sistemas planetarios, la conjetura de que haya entre ellos otra Tierra, o al menos otros planetas adecuados para la vida, acaso vida extraterrestre, quién sabe si hasta una civilización a años-luz de distancia, dispara la imaginación, nos pone en plena ciencia-ficción y resulta tan atractivo que es fácil perder la perspectiva.
Las noticias del descubrimiento de otros mundos, a pesar de que sean ya miles de ellos, siguen concitando interés. Los dibujos de los artistas que reproducen orbes en torno a soles extranjeros, tienen el encanto de traernos una realidad soñada: esa de la pluralidad de los mundos habitados, esa de si estamos solos en el Universo, esas del de dónde venimos y a dónde vamos...
Y entonces la UAI decidió poner nombres.
Nombrar mundos, es como de dioses. O por bajar medio peldaño, como de conquistadores. Nos da en cierta escala un poder sobre ellos: su posesión. Alguien debió pensar que quizá el proceso un tanto burocrático y poco emocionante de nomenclatura que se sigue para los descubrimientos astronómicos debería cambiarse en un mundo tan conectado. Por supuesto atender a los deseos o sueños de los descubridores es y ha sido adecuado siempre, pero siendo malos, tengamos en cuenta que muchos de los descubrimientos planetarios se fueron produciendo, especialmente en los primeros años de esta búsquedad, por una pequeña nómina de astrofísicos que serían así los responsables de dar nombre a decenas de exoplanetas y quizá también a las estrellas en torno a las que orbitan.
Por otro lado no iba a ser una buena solución delegar esto a una comisión de la UAI, burocratizar el asunto; hacerlo sujeto de votaciones y pactos internacionales y de esos equilibrios un tanto políticos a los que los científicos no son nunca ajenos (por el contrario, por más que digan, en general los científicos lo que querrían es tener más poder político, como los economistas, abogados, ingenieros, buceadores o empresarios textiles, quiero decir... nada humano nos es ajeno).
Por eso resulta tan interesante la salida hacia adelante de NameExoWorlds: abrir un poco más hacia el público esta cuestión, dejando que haya más propuestas que las de los investigadores implicados o sus familias y entorno, pidiendo a una comunidad cercana a la observación y la divulgación del cielo, los clubs y asociaciones astronómicas, los planetarios y museos, que propusieran sus nombres, al menos en un pequeño número como experimento.
Eso fue lo que ha sido ya: en el primer cuatrimestre de 2015 propusieron sus ideas de nombres las entidades registradas en el Directorio de Organizaciones astronómicas de la IAU (en la que no están ni de lejos todas las que son, en especial las de nuestro país, porque es notorio el desinterés que suele despertar en nuestro asociacionismo esa vocación internacional y de cooperación que implica darse de alta en una cosa tan arisca como la web de la IAU-UAI, usar el inglés cuando no lo usas habitualmente y someterte a las veleidades de una organización astronómica que tiene pinta de consejo de sabios, para colmo haciendo algo que no tiene que ver con la esfera de lo inmediato ni de lo local...). No es una instantánea de la astronomía mundial porque, para colmo, quienes podían proponer un nombre no podían ser profesionales de la astronomía.
Cabe pensar que esto se hizo para eliminar los efectos de los grupos de interés, las sociedades nacionales, algo que podría ser visto como interesado desde fuera (dime de qué te proteges y te diré qué prevaricas). Pero si llevamos un montón de tiempo intentando implicar a la profesión científica en las acciones sociales de educación y popularización, ¿es lógico considerarlos como algo aparte de esa agenda del mundo de la astronomía? Por otro lado, ¿un departamento universitario o una sociedad profesional es menos profesional que un planetario o una asociación "sin ánimo de lucro"? Esto es algo que gravitará siempre sobre el proceso, aunque si hay muchas opciones, y si hay buenas propuestas, nos interesará menos. Afortunadamente, este ha sido el caso.
Lo cierto es que el proceso ha tenido administrativamente demoras, cambios de rumbo y otras complicaciones que podremos perdonar porque la idea sigue siendo buena, y porque es la primera vez: al que anda le pasa. Así que tampoco quiero hacer una crítica que no es sino diferente criterio a la hora de entender que lo participativo debería incluir a colectivos más amplios, y sobre todo permitir que las propuestas expertas sean también escuchadas.
Quizá fue un poco esa situación de no saber quién podía o no proponer unos nombres lo que ha complicado la cosa. En España, un poco por casualidad y un mucho por el buen hacer de un equipo de astrofísicos de la Sociedad Española de Astronomía que, especialmente desde el Año Internacional de la Astronomía 2009, había comenzado a hacer, institucionalmente, a la divulgación y la comunicación de su ciencia parte de su trabajo. La SEA estaba ya colaborando, por ejemplo, con el Instituto Cervantes para poder divulgar ciencia como se divulgan otros temas culturales en esta organización volcada a la cultura española y con mirada internacional.
Hablando desde el Planetario de Pamplona de cómo ellos no podían hacer realidad una idea, la de llevar a Cervantes al firmamento aprovechando esta iniciativa de la UAI-IAU, tuvimos claro desde el principio que esa era una bandera que estaríamos honradísimos de enarbolar con ellos y con todos los que se sumaran.
Y así nació la idea de la Estrella Cervantes. 2015 marcaba el cuarto centenario de la publicación de la segunda parte de "El Quijote...", y 2016 sería el cuarto centenario de su muerte, un año sin duda cervantino en muchos órdenes. Las noticias estaban trayendo las noticias de los estudios forenses sobre los restos de Cervantes (acaso) en la iglesia de las Trinitarias de Madrid. Cervantes era, por otro lado, una figura de talla universal, incluso en los cánones literarios elaborados tradicionalmente desde el absolutismo cultural del inglés.
Y Shakespeare, él, (un poco "el otro", como es un poco siempre desde España, qué cosas atávicas tan aprendidas como heredadas, la Pérfida Albión y hasta lo de Gibraltar, qué leches... cómo somos) tenía ya sus personajes en las lunas de Urano. ¿Por qué no poner a Cervantes en el cielo?
Bueno, de ahí nació la idea. De ahí surgió esta ESTRELLA CERVANTES que ahora ha comenzado a vivir. Quería contar algunas de las ideas que fueron surgiendo en estos meses pasados... ahora que echamos a andar y vemos que hay más gente que se ha enamorado con esa provocación de que en el cielo haya ahora una estrella de cuyo nombre podamos acordarnos, dedicada a la memoria de ese manco de Lepanto, genial escritor y hombre preocupado por el conocimiento como pocos en su época de descalabro social y gloria literaria, y convirtiendo a cuatro planetas en cuatro de sus personajes, con la esperanza de que si un día se descubren otros mundos en ese sistema cervantino, tendremos muchos otros nombres listos para añadir a los de Quijote, Sancho, Dulcinea y Rocinante.
Que ustedes lo voten bien.
2015-08-13 14:45 Enlace
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Y no solo puede haber una estrella con un nombre sencillo de recordar si no que también puede haber un planeta con nombre de dragón mitológico vasco, Herensuge, orbitando la estrella Edasich, visible a simple vista en la constelación del Dragón. |
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Una iniciativa loable. La he compartido en varios foros de astrónomos aficionados. |
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Gracias Mizar! |