artículos, escritos y demás piezas perfectamente obviables perpetradas por Javier Armentia (@javierarmentia por algunas redes)
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Ahora hace 48 años estaban haciendo las pruebas de un conjunto de antenas al que su inventor, Antony Hewish, denominó "Interplanetary Scintillation Array". Parecía un tendedero extendido en algo más de hectárea y media de unos campos cercanos a Cambridge (Reino Unido). El conjunto constituido por 1.000 postes con 2.000 dipolos cableados utilizando casi 200 km de cables operaba como un radiotelescopio en la frecuencia de 81,5MHz (longitud de onda de 3,7 m), una región de bajas frecuencias en la que nuestra Galaxia resulta ser un tanto ruidosa. Lo que pasa es que en aquella época no lo sabían. Realmente Hewish quería encontrar fuentes muchísimo más lejanas, cuásares en los confines del Universo, cuya señal aparecería emborronada al haber atravesado incontables regiones de ese gran Cosmos.
Registraban simultáneamente cuatro haces del conjunto de antenas, de forma que barrían la región observable del cielo, entre 50 y -10 grados de declinación, completando el cielo cada 4 días. De esta forma, cada posible objeto podría registrarse una vez durante unos pocos momentos en cada uno de los haces... Para colmo no tenían informatizado el sistema y el registro era un papel continuo. Más de 30 metros diarios de gráfica que había que ir mirando con calma.
Jocelyn Bell era la astrofísica a cargo del experimento en esa fase, que iba a ser el objeto de su tesis doctoral (*). Contaba, claro, con la ayuda de un equipo entregado que fue buscando soluciones a cada problema. Y ovejas que mantenían la hierba corta entre las antenas. Porque los radiotaxis cercanos creaban señales que podían confundirlas, lo mismo que algunos satélites artificiales (a veces reflejados en la Luna). El tejado de cinc de un granero cercano también les proporcionó momentos extraños.
Y es que aparecían ruidillos, o sea, picos en las gráficas, extraños, muchos de ellos que tenían origen humano como he comentado. Ellos buscaban sin embargo fuentes naturales, los corazones activos de galaxias lejanísimas y activas que vivieron en los primeros tiempos del Universo, los cuásares.
Y lo que encontraron, precisamente dentro de unas semanas hará 48 años, fue una señal que se reprodujo varios días y que no correspondía a nada conocido. El 29 de noviembre de 1967 confirmaron el descubrimiento de una fuente no terrestre y no humana que mostraba una emisión periódica, con picos que se repetían cada 1,33 segundos (y que duraban 0,04 segundos). ¿Eran los extraterrestres que unos años antes se había comenzado a poner de moda buscar en ondas de radio? Ya era casualidad, y aún así a esa fuente, y a las que aparecieron poco después, porque aparecieron otras, les denominaron LGM, acrónimo de "hombrecillos verdes", o sea, marcianos.
Aunque tenían claro que sería demasiada casualidad que en diferentes regiones del cielo la gente emitiera señales periódicas tan cortas en esa frecuencia y... aunque, ¿qué logica se podría aplicar a una civilización extraterrestre? Hewish presentó los resultados de esas fuentes periódicas en enero del 68, y otros astrofísicos allí en Cambridge como Fred Hoyle comenzaron a proponer posibles orígenes para una fuente que, por el periodo tan corto, debía ser muy muy pequeña. Una región en el centro de un resto de supernova, o una estrella de neutrones.
La historia marcó el comienzo de una astrofísica nueva, la que había permitido el descubrimiento de algo que no se podía ver, la emisión característica de unas estrellas de neutrones con intensos campos magnéticos que de vez en cuando apuntaban hacia nosotros.
Gracias a esta historia y a la investigación del músico Gérard Grisey, hoy me veré en el brete de participar en un concierto en un ciclo de música contemporánea al que me han invitado para contar un poco estas y otras historias de los púlsares. Sus ritmos, su viaje en el cielo y su canción tan uniforme que podrían ser usados como balizas en los viajes por la Galaxia, o como relojes cósmicos ahí arriba, son la materia que utilizó Grisey para componer "Le noir de l'étoile", una obra en la que la ciencia es leída por el artista para crear una reflexión que es lo más humano de todo.
NOTA:
(*) Dame Jocelyn Bell Burnell lo contó en una conferencia años después que sigue siendo memorable: Little Green Men, White Dwarfs or Pulsars? http://www.bigear.org/vol1no1/burnell.htm
2015-10-13 19:01 Enlace
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Para los aficionados a la ciencia ficción, recomendar al hilo del artículo el libro "Huevo de Dragón", o como vivir en una estrella que gira 2000 veces por segundo |