Siempre que puedo me acerco por Segovia en primavera para disfrutar de ese mundo real e imaginado de los títeres. En Segovia montan desde hace siglos el TITIRIMUNDI, y no solo me declaro fan total de las propuestas que desde la más perversa tradición medieval a la más fetichista modernidad se dan cita año a año en esos teatros de objetos, de marionetas, de sombras, de luces, de cachiporra o de más sutiles e invisibles energías (o pulgas, sin ir más lejos). También, cuando Segovia se convierte en escenario de títeres, se puebla de otra gente de mal vivir, teatreros, farándula, payasos y sobre todo ciudadanas y ciudadanos que saben que quejarse de lo que no te gusta es preceptivo para poder conocer el mundo mejor. Vale, y también soy amigo de titiriteros y compadre del director de la muestra, de Julio Michel, con quien he recorrido más de un lugar sorprendente, y a quien debo la gloria de dar una noche de conferencia bajo el cielo del Caribe en la que la constelación del Toro se convirtió de repente en un toro de fuego que se nos vino encima y entonces la astronomía dejó paso a la fiesta...
Lo digo porque no soy un espectador imparcial de la realidad pero intento ser honrado: los títeres, el humor, la sátira, me encantan. Aunque no coincida con su discurso, me parece que la defensa del histrión es la más necesaria de las defensas de la libertad de expresión (siendo toda libertad de expresión necesaria para nuestra supervivencia). Por eso los títeres políticamente incorrectos, hasta zafios, han sido parte de la historia del humor, incluso propiciada desde la más abyecta y autoritaria iglesia oscurantista, de donde los carnavales, los festivales de las Carnes Tolendas, los Carnales y Cuaresmas, la misma esencia del teatro de la comedia y de tantas otras.
Cuando a Leo Bassi se le ha sometido al oprobio, ataque, juicio casi sumarísimo y hasta atentado terrorista por ser un payaso que dice las verdades que nos hacen reír porque la realidad nos hace llorar, él recordaba orgulloso que a los suyos les persiguieron siempre. Que nunca, ni siquiera cuando el bufón recibía el óbolo del poderoso, en ese contrato estuvo el que no pudiera ser deslenguado, incorrecto o hasta equivocarse.
Independientemente de muchas otras consideraciones, el esperpento de estos días de la detención sin fianza de dos titiriteros y su acusación de enaltecimiento del terrorismo, muestra que esta sociedad actual está consiguiendo caer en el terror absoluto y absolutista, acallar incluso al bufón, perseguirnos sin tregua. Hoy le escribía a Julio Michel, a quien imagino acabando ahora de organizar el programa del próximo Titirimundi, porque necesitaba decirle a alguien de la profesión que yo no soy así, y que me da miedo el mundo en el que nos están metiendo esos sujetos que, por otro lado (no podemos olvidarlo, nunca hay que olvidarlo) son los que han permitido el robo, la corrupción, el descalabro de las otras libertades y derechos. No es casual que quienes más se quejen airados por la memoria de los que injustamente han sufrido la violencia terrorista (como si hubiera que decirlo... ya ven) son los que más deberían pedir perdón, a esas personas y a todas las demás.
El títere de cachiporra, como lo es el Don Cristobal de "Títeres desde abajo", el Cristobita al que he acompañado tocando el bombo en varios países del grupo Libélula de Segovia, que no es sino Pulcinella napolitano de hace cuatro siglos, también el Polichinelle francés, el Aragosi de Egipto, también conocido como Don Roberto, Petrushka, Kasperl, Mobarak o el clásico inglés Punch, acompañado de su señora Judy, que cada año suele traer al Titirimundi Rod Burnett, donde se convierte a un policía en salchicha y demás actos de violencia gratuita, de maldad estrepitosa como solamente un títere debería hacerlo, precisamente porque ese es su papel de convertir la violencia en absurdo del que nos reímos, de la que como ciudadanos abominamos y nos separamos precisamente al exponerla así en nuestros oficios de teatro.
Véase, por ejemplo, la misma explicación que el grupo da en su web sobre el trabajo de este espectáculo: "Formalmente será un espectáculo que entronca con la tradición europea de los polichinelas: títeres de guante, retablo, cachiporra, uso de la lengüeta, historia sencilla y dos personajes de la cultura popular que se reinventan, la bruja y don cristóbal, y que aspiramos nos conduzcan a vivir momentos de gozo y libertad". Paradójico... "Nuestra protagonista será la Bruja y su antagonista distintos Don Cristóbales que aparecen bajo diferentes formas: banquero, hermana de la caridad, perros guardianes del orden y la ley y juez".
Nunca lo entendieron los que detentaban el poder, los que montaron las inquisiciones y en otros oficios, de tinieblas estos, teatralizaron el terror para someter a la gente e impedir la disidencia. Lo siento, pero la historia de Madrid tiene mucho aire de este segundo oficio, de este auto con audiencias nacionales tan lleno de absurdo e incapacidad de entender que la libertad es mucho más importante que tirarse un pedo, gritar un absurdo "gora alka-eta" o cagarse en Dios. No es menos fundamentalista, aunque sin duda menos asesino, que el de los fundamentalistas musulmanes que acabaron matando a la gente de Charlie Hebdo. Siempre es lo mismo: cercenar la libertad de expresión porque se trata de no ver la sátira, de no dejarla existir. El Titiriterror o el miedo a la libertad.
Dejo aquí un vídeo de youtube de la actuación de 2011 de Rod Burnett. Me ha encantado ver que al comienzo anuncia que Punch y Juddy son historias muy violentas. Y que la gente aplaude y asume que lo que está viendo no es enaltecimiento del terrorismo, sino el más sano y conveniente ejercicio de humor y de cultura. Esto es quizá lo que faltó en los carnavales de Madrid, ese saludo inicial para que los mayores (que no los niños) entendieran que lo que sucede en el teatrillo es un absurdo y no la guía moral.
Igual es que, claro, para ellos, todo se arregla a base de cachiporrazos. Y así nos va. Como me recuerda Julio Michel, en el teatrillo de los Punch y Juddy antiguos solía aparecer la leyenda: "NI DIEU NI LOI, NI ROI NI MAITRE".
Adenda
Leo en la web de UNIMA, Unión Internacional de la Maronieta (que ha emitido también un comunicado sobre la detención de los titiriteros) agrupación internacional de títeres, un sensato texto de Julio Michel, precisamente, a quien citaba yo antes. Lo copio porque merece la pena:
Señor juez, sea usted razonable
No conozco el trabajo de los compañeros detenidos, pero por la información que me llega entiendo que se está tergiversando la interpretación de las imágenes y de la obra para arremeter contra el gobierno municipal de Madrid.
Si, como parece cierto, se están manipulando los contenidos de la obra, entiendo que procede interponer una denuncia contra todos aquellos que han contribuido a difamar a los titiriteros causándoles un gravísimo daño.
Si dejamos pasar este atropello nunca más podremos ver a Mister Punch ni a Polichinela, peligrosísimos enemigos del orden establecido, que llevan siglos colgando de la horca al verdugo, servidor del juez y de su ley , entre otras muchas y divertidas maldades, para regocijo de un público que se parte de risa con sus tropelías de madera y de trapo.
Mandar a esos muchachos a la cárcel por un supuesto delito de enaltecimiento del terrorismo y dejar en libertad a los que, está probado, han arruinado a España es, cuanto menos, una decisión muy difícil de aceptar, una medida que subleva.
Señor juez, sea usted razonable y haga el favor de liberar a los titiriteros, que dejen hueco en la cárcel para los auténticos delincuentes que todos conocemos.
Julio Michel
(La foto inicial es de @yojosemere en #Titirimundi de 2014: Rod Burnett Punch & Judy)