Anda este papa tan moderno completamente guadalupano en su periplo por México. Da un poco de grima que quien afirma querer recuperar una veracidad y una cercanía al mundo para su iglesia abrace con fervor un montaje de intereses políticos y económicos como el que creó una aparición mariana con su indio inexistente que acaba siendo santo. Hablo, claro, de la virgen de Guadalupe y demás. Ttitula ABC hoy: "El Papa, ante la Virgen de Guadalupe: «Nos puede hacer bien un poco de silencio y mirarla a ella»".
Ante la imagen de la Virgen de Guadalupe, conservada en una tilma que debería haberse degradado por completo hace más de tres siglos, el Papa Francisco ha invitado el sábado a contemplar en silencio a esa muchacha mestiza embarazada, la Madre de Dios, que dio en 1531 un vuelco inesperado a la evangelización de América.
Que el indecito Juan Diego, San Juan Diego Cuauhtlatoatzin desde 2002 por obra y gracia de Dios y en su nombre de Juan Pablo II, no existió es un hecho comprobado más allá de la duda histórica. Por supuesto, la historieta del manto de la Virgen, la tilma guadalupana, es consecuentemente tan falsa como inexistente el santo. Y el montaje fue denunciado en su tiempo, hace casi 5 siglos, cuando sirvió a los intereses políticos para evangelizar el convulso México, cuando se conocía el encargo de fray Alonso de Montufar a un artista indio de pintar un manto al estilo de la pintura local. Ojo, el mismo interés que llevó a JP2 a la beatificación primero y canonización después del presunto indígena (no es que se dudara de que fuera indígena, perdón, sino de que fuera y punto): convenía a los intereses de la católica Iglesia disponer de un santo aborigen americano...
Del tema ha escrito profusamente mucha gente, destaco a Luis Alfonso Gámez en su blog (Juan Diego ¿el santo que nunca existió?, El milagro de Guadalupe) que desmonta tanto el misterio como el ministerio canonizador. Por supuesto, estas circunstancias aparecen incluso mencionadas en la wikipedia, a pesar de que templen gaitas en las sucesivas reediciones de los textos, algo que pasar al convertirse en un tema controvertido, que sabido es que los creyentes en algo suelen ser criaturas beligerantes y hasta violentas cuando se sienten atacadas (en España, para más Inri, se les regaló el artículo 525 del Código Penal para que se sientan ofendidos en su creencia en cuanto pasas de comulgar con sus ruedas de molino, y así nos va). Perdón que entro en la deriva: que hay bastante información sobre la tilma guadalupana y sus pretendidos misterios, aunque es cierto que gran parte de ella es, como suele pasar, defensora de la grandeza y la imposibilidad de que sea un fraude.
Por ejemplo, uno de los argumentos (comperdón) que encontramos repetidos por los libros y las redes es que en el manto se da una visión de las constelaciones "desde afuera de la bóveda celeste" (suelen añadir) que no podría conocer un pobre indio. Hago notar que éste es de hecho el argumento fundamental siempre: el fraude no es posible porque habría de perpetrarlo un indio, lo que equivale en el imaginario de esa gente a débil mental o algo así, cuando menos atrasada y todo eso. Las posiciones de las estrellas, las constelaciones que aparecen, reproducen fijamente no solo la simbología celeste asociada a la Virgen, sino que muestra exactamente el lugar de la aparición mariana. Impresionante...
Si tienen un rato pueden ver ese vídeo de arriba en donde se hace un buen compendio de las afirmaciones pseudoastronómicas al uso. En alguna página puede encontrarse lo mismo con texto y dibujitos (a mi me gusta esta de La Virgen y las Constelaciones). Como puede verse en estos y otros enlaces, muchos, muchísimos, demasiados porque simplemente repiten una y otra vez lo mismo, frente a la casi completa ausencia de posicionamientos críticos, la autoridad en la materia a la que se suelen referir, y la mano autora de muchos de esos dibujitos de constelaciones y demás es el libro "La Virgen de Guadalupe y Las Estrellas", del Dr. Juan Homero Hernández Illescas, (a veces referenciado como coautor el Padre Mario Rojas), publicado en 1995 por el Centro de Estudios Guadalupanos. Por lo que se cuenta en otro libro ("Decodificando el Tepeyac" de Fernando Ojeda, IVE Press Colección Guadalupana, 2007), la historia de la pasión de Rojas y de Hernández por las estrellas de la tilma les llevó a numerosas noches de observación astronómica, incluso "Solicitaron al Centro Astronómico de México información sobre los planetas y las constelaciones. Acudieron a Londes para solicitar Mapas Celestes...". Resumiendo la apasionante búsqueda de este doctor y este cura: la tilma de Juan Diego contiene ("demuestran con hechos científicos") el cielo que se veía exactamente a las 10.40 horas del 12 de diciembre de 1531, el momento exacto del solsticio de invierno según el calendario juliano (la reforma greogriana no entró en vigor hasta 1582). Así los diseños vegetales de la tilma, y las estrellas de la capa, forman un conjunto pintado como si se viera en un espejo. OH, MILAGRO. Porque entonces, justo detrás de la cabeza de la Virgen aparecería (pero no se ve porque el dibujo es una proyección fiel de lo que pasaba entonces, recordemos) la Corona Boreal. Según estos expertos (no expertos expertos, pero sí expertos en el sentido en que los temas paranormales se pueblan de investigadores de campo o de playa con mucha experiencia adquirida encontrando misterios insondables y estableciendo conexiones que los prueban como hechos sorprendentes más allá de la plana y racionalistamente ridícula visión de la ciencia) la fidelidad con que se recoge en el manto la disposición de las estrellas en ese momento es una prueba más, la más celeste, de que la imagen de la guadalupana es cierta, y el hecho, la aparición en el cerro del Tepeyac al norte del ahora DF, es cierta y milagrosa cuando menos. Reproduzco aquí una imagen de los trabajos de Hernández y Rojas:
Para ese día y esa hora, cualquier programa de planetario proporciona una fiel representación del cielo, por ejemplo, en Heavens-Above:
Por supuesto uno podría decir que tiene un aire, o incluso una inusitada coincidencia. Pero no es así, y hago notar que la asignación de las constelaciones de Hernández es arbitraria y no corresponde realmente a dibujo alguno. De hecho, si nos fijamos en las estrellas tal y como se ven en las fotografías del manto encontramos con que, aproximadamente, reproducen un patrón uniforme de estrellas, que cambia un poco para dar un cierto movimiento a las mangas de la capa. Es decir, que difícilmente eso era un mapa celeste, sino una decoración al uso, simila a las que aparece en las numerosas tallas de Nuestra Señora de Guadalupe, Hispanorum Regina, o sea "Reina de la Españas" (un legado de Pío XI). La talla que está en el santuario extremeño es virgen morena y románica supuestamente aparecida a un pastorcillo llamado Gil Cordero y tiene su manto estrellado en fondo colorado. Y muchas otras, aquí una muestra cortesía de google, tienen mantos estelados. No solo las guadalupanas, el mejor ejemplo en cuanto a mantos lo proporciona la Pilarica, la talla que visten diariamente casi con sus diferentes mantos, que expresan "las emociones y sentimientos de los dondantes" (dice una página de esas de advocación mariana y yo no disiento). Y cuando estaba en la iglesia la pugna luterana, que acabó en el concilio de Trento unos años después de lo de Tepeyac, eso de ponerle a María con las estrellas, la profusión del marianismo en el orbe católico, especialmente con el empuje del emperador Carlos V de Alemania (o sea Carlos I como Rey de España) responde a un programa ideológico, una especie de "zas en toda la boca" a los luteranos, que ya esos años andaban poniendo en duda eso de la santificación de la madre de Jesús y otras cuantas cosas más.
En cualquier caso, paparruchas, como lo son todos los presuntos argumentos que airean una y otra vez los crédulos además de creyentes en esto del poder mariano (joe, qué adjetivo) y de paso todos los paranormalistas y vendedores de misterios al uso, que si lo del ojo y la reflexión de la escena, que si la milagrosa textura de la pintura y su carácter energético, que si patatín y patatán incluyendo, por supuesto, las estrellas.
Y por si faltara algo para acabar de descubrir el fondo del asunto, resulta que el experto en astronomía de la tilma guadalupana, el Dr. Juan Homero Hernández Illescas, fue además el médico que trató al niño que milagrosamente curó por intercesión del Santo Juan Diego. De verdad, no me lo invento, está especializado en medicina interna, infectología y medicina tropical. Y fue el médico que presentó el caso de Juan José Barragán, de 20 años en 2001, que intentó suicidarse lanzándose al vacío desde un tercer piso. De resultas del impacto tuvo fractura craneal y fue desahuciado por los médicos, pero sanó a los 10 días. Según apareció en prensa (La Nación, por ejemplo), el médico que atendió el caso fue Juan Hernánde, que afirmó que la curación era milagrosa.
Blanco y en botella.
Y como colofón, el mismo simpático doctor cuenta la historia en yotube:
He aguantado el video de la virgen hasta el minuto 9 y medio. Estoy con trancazo en casa y no tengo otro quehacer. Podía haber cogido una revista del corazón, habría perdido el tiempo exactamente igual.
Mira tú qué les costaría, si están tan seguros de que las estrellas aparecen ordenadas tal como lo exponen, imprimir sobre un plástico transparente el mapa celeste que proponen y colocarlo sobre un maniquí que haga de Virgen. A ver cómo encajaba.