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2019-12-15
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Romance sonámbulo
2019-12-15

Hemos estado esta tarde en el Teatro Gayarre en la función del "Romancero gitano" que ha montado Lluis Pasqual para (y por) Nuria Espert. Qué maravilla, qué intensidad, qué dulzura, tristeza, todas las pasiones y los sueños, la sublime y lo más terrorífico, marionetas de la voz y el gesto de esta mujer apasionada y apasionante. Un recorrido y un análisis con una dramaturgia perfecta, una conferencia TED bien hecha, el amor a la palabra y al territorio. El odio a la incultura, Federico en estado puro, que aparecía también a menudo para ser el actor de sí mismo, como tomando posesión de Nuria. Y otras veces era ella la que poseía el romance y lo convertía en una escena del más elaborado teatro. Hemos visto que ella iba transformándose en doña Rosita, en Yerma, en la Madre de las Bodas de Sangre. Y hemos vibrado con la denuncia de la impostura que hizo el poeta en su "Grito hacia Roma (desde la Torre del Chrysler Building)". Cada verso le condenaba a muerte en esa España, dice Pasqual y lo dice Espert.


Dioses, qué impresionante: lloré, sonreí, balbuceaba versos y miraba hipnotizado (creo que como todo el público en el Gayarre) cada gesto de la actriz, cada movimiento de mano, cada sonrisa... pero sobre todo cada vez que juntaba las manos como una madre andaluza anunciando peligro o reclamando algo. La soledad, la pena, el miedo, la injusticia y lo arbitrario se sucedían sin pausa, una montaña rusa emocional de la que realmente no nos habríamos bajado nunca.

En el comienzo, ella recordó cómo accedió a los poemas del "Romancero gitano" de Lorca a través de un libro clandestino que su padre copió. No he podido sino recordar cómo me sucedió lo mismo. Sería al poco de la muerte de Franco, en 1976. En el libro de lengua española y literatura que teníamos en primero de BUP, un tocho marrón caca con diseño abstracto muy setentuno, de Santillana, había textos literarios contemporáneos, creo recordar, entre ellos poemas que nos invitó el profesor a memorizar y recitar, para subir puntos en la asignatura.

Allí estaba el "Romance sonámbulo" y me puse a memorizarlo, con su cantabilidad era sencillo, y por otro lado estaba lleno de imágenes bellísimas, peces de sombra, un monte gato garduño... No sabía yo que la versión que aparecía en el libro era la autorizada por el régimen franquista. Pero no la original.

Andaba por casa recitando a quien quisiera escucharme el romance y entonces, mi padre, me dijo que fuera con él. En el salón se fue a uno de los anaqueles de la enorme biblioteca que llenaba la pared, y sacó un libro discreto, con una encuadernación sin nombres, donde estaba una antología de Lorca, poemas prohibidos que él había conseguido años atrás, leído con amor, seguro, guardado con discrección.

Allí vi que yo había memorizado todo, pero en mi poema la noche no se ponía íntima como una pequeña plaza, ni los guardias civiles borrachos golpeaban en la puerta. Por supuesto, aprendí las últimas estrofas tan políticamente censuradas por ese nacionalcatolicismo que en poco comenzaría a desmoronarse (no del todo, ay, eso lo estamos sufriendo aún). Y las recité en clase: el profesor (luego supe que era comunista) intentó callarme, pasó por encima de mi alarde y no hubo nada. Pocos días después me pasó algunos otros libros desconocidos, fue un descubrimiento que me hizo amar más la literatura.

Hoy Nuria Espert me ha hecho volver a los 14 años, cuando descubrí que un poema podía ser una fruta prohibida, cuando vivía en un sistema capaz de esconder lo mejor de su cultura para tenernos atados y estúpidos. Gracias, doña Nuria.

2019-12-15 23:15 Enlace

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