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2022-11-28
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La columna MILENIO en Diario de Noticias y Deia, lunes 28 de noviembre de 2022
LA cuenta de Twitter que cerré definitivamente hace unos días la había activado en 2009; era la segunda vez que me paseaba por esa naciente red social, que entonces estaba limitada a mandar mensajes de 140 caracteres, lo mismo que cabía en un SMS. Era un espacio interesante, donde podías dejar comentarios, poner enlaces y responder a lo que otras personas decían. Por mi (de)formación, principalmente interactuaba con gente de ciencia, pero esa comunidad emergente fue creciendo, también se incorporaron otras características que me parecieron innecesarias o, al menos por mi parte, no deseadas. Llegó, claro la publicidad, y los algoritmos que iban seleccionando por ti lo que verías, todo ese esquema piramidal del capitalismo de la atención que es Internet del que de una forma u otra hemos caído presos.
A lo largo de estos 13 años hubo muchos momentos en que consideré seriamente dejarlo, porque el mal rollo iba creciendo, la gente que jaleaba, las hordas de odio y demás tomaban a ratos la estepa tuitera y había que resguardarse. Señores que fueron adalides de la racionalidad y la empatía se transformaban en vociferantes fascistas a la primera de cambio. La propia estructura jerárquica del invento favoreció esto, por más que se establecieran mecanismos de control para expulsarlos. Sin embargo, ahora se compró el invento un nuevo sátrapa, ese ultramillonario ególatra e infantil (un pleonasmo) y la pestilencia me ha resultado excesiva. Mientras tanto dejé más de cuarenta mil opiniones, evidentemente prescindibles, en lo que fue una plaza pública de diálogo y ahora es un mercado de compraventa para fundamentalistas. Deberíamos reclamar lo público, lo distribuido, evitar las ocurrencias de emprenderores de éxito, pero no hay manera, así que por el momento, hago mudanza. Buen lunes.
Por cierto, en mastodon.social:
@javierarmentia@mastodon.social
NOTA: recuerdo que cuando me di de baja en Facebook ni siquiera escribí algo, quizá porque era tanto el hastío producido por la porquería que me inundaba la página que no había mucho que comentar. Con Twitter ha sido algo diferente: llevaba años allí porque de alguna manera a pesar de todo el ambiente tóxico y que cada vez se degradaba más podía ir apartando alrededor toda esa basura y quedarme con las cosas de la gente maja, historias muy necesarias y, sobre todo, mucha información de calidad. Instagram lo sigo manteniendo simplemente por inercia a pesar de que ya no es nada para mí. Simplemente la costumbre de tomar una foto con la cámara y dejarla allí con un comentario sobre lo que me hizo tomarla es una inercia demasiado poderosa para eliminarla sin más. Aunque igual simplemente dejo la imagen en la Mastodonia porque total para qué andar liándome.
Alguien me comentó si no habría sido mejor mantener los nombres de usuario, por si alguien quiere suplantarme... Lo cierto es que en el fondo me da igual. Creo que no tengo tanta notoriedad como para preocuparme por cuentas falsas, pero mira, si pasa ya veré.
Lo único que me inquieta (un poco) es que conociendo cómo mi historia por las redes ha sido la de quien apostaba por proyectos que parecían estupendos pero que luego desaparecían porque el mercado ese no opinaba lo mismo y los fulminaban (jux, storify, tantos otros...) posiblemente acabaré con otra mudanza en el futuro. Pero eso es lo que nos espera: nómadas digitales nos llamó alguien.
2022-11-28 11:15 Enlace
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