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Inicio > Historias > Ilusiones En Praga
2003-07-05
)

Ilusiones En Praga
2003-07-05


Leo que Vendell está exponiéndose a Paul Auster, y eso me da una buena excusa para abrir esta entrada, recién llegado a este lado oriental del Atlántico. Uno de los dos libros que me han acompañado en el viaje ha sido precisamente El libro de las ilusiones. El otro, Dos mujeres en Praga, de Juan José Millás.

Siempre he sentido que el libro que vas leyendo te hace ver las cosas de una cierta manera, que el autor -cuando es bueno y los dos que me han acompañado lo son- es capaz de meterte en su universo no solamente mientras estás leyendo, sino -y sobre todo- el resto del día. Más aún cuando uno viaja, cuando se expone a realidades que no conocía. De repente todo tiene un filtro proporcionado por el escritor de cabecera. He viajado así por dos Repúblicas Dominicanas: una en la que Auster me acompañaba, propiciando una suerte de reflexión sobre la historia y la memoria, la forma en que perduramos o desaparecemos en el recuerdo de los demás; otra en que un juego de espejos me devolvía las experiencias propias como materia literaria, en la que cada suceso era real o no por gracia de Millás.

De esta manera, mi percepción de lo dominicano quedará ligada a estos dos autores, a esa forma de ver el mundo que me dejaban tener mientras les leía. Algo curioso, quizá porque ambos, en sus muy diferentes novelas, reflexionan con un punto de partida común, o eso me ha parecido. En ellos la soledad, el dolor o el asombro ante el mundo son objeto de reflexión íntima, creadora. El Santo Domingo colonial es ahora para mí algo así también.

Y ha sido curioso, porque recientemente había terminado "La fiesta del chivo", de Vargas Llosa, un libro que esperaba me fuera a influir mucho más a la hora de mirar esta república. No ha sido así: aunque es cierto que he encontrado los lugares, el sentir y sobre todo la pesada y horrorosa herencia del dictador Trujillo en muchos sitios, gracias a Millás y Auster todo esto se convertía en parte de un relato que hablaba de lo que otro leía o veía. O algo así.

Tengo la mala costumbre de dejar esquinitas de las páginas dobladas allí donde encuentro alguna frase que me hace pensar más de la cuenta, que para mi lectura de la novela. Ambos libros están ahora repletos de dobleces (un mecanismo que me da menos dolor que subrayar pasajes: pintar un libro me produce ansiedad). Tiro sólo un par por aquí:

"a lo mejor es que había descubierto (lisa y llanamente) que los muertos no están autorizados a gritar dentro de nosotros más que una vez al día"

"yo estaba deseando irme para disfrutar del descubrimiento de que sólo había dos literaturas: la que se escribe desde la convicción de que uno es un bastardo y la que se escribe desde la creencia de que uno es legítimo. Quizá sólo hay dos maneras de vivir: como un bastardo o como un legítimo."

Dejo como juego al lector encontrar al autor de cada una.

2003-07-05 22:58 Enlace

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Comentarios

1
De: Vendell Fecha: 2003-07-06 00:13

Creo que el libro de Auster leído cada día en el mismo sofá, mirando por la misma ventana y casi escuchando la misma música tiene otros efectos.



2
De: ElPez Fecha: 2003-07-06 01:36

pues es cierto, Don Vendell... no lo había pensado porque paro poco en el mismo sitio. Por cierto, ¿qué musica le ha puesto?



3
De: Martin Pawley Fecha: 2003-07-06 03:19

La descripción que hace Paul Auster en el capítulo segundo de una película de Hector Mann es lo mejor que se ha escrito en muchos años. Bueno, quizá haya páginas mejores más adelante, pero no puedo decirlo, porque aún no he salido de ese capítulo. Es demasiado bueno como para dejarlo.



4
De: Vendell Fecha: 2003-07-06 03:46

O silencio absoluto o tictac de las manecillas de los relojes. Este último le va que ni pintado.



5
De: Mamen Fecha: 2006-11-16 12:27

Ayer terminé de leer el libro con fondo de manecillas de reloj, lágrimas en los ojos y la melancolía de una historia que se aleja...
xx



6
De: jose alfonso quintero toro Fecha: 2006-11-18 22:24

que es el pes liza



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